La idea que muchos pueden tener de alguien privado de libertad no es la más positiva del mundo. En efecto, se trata de personas que cometieron un serio error en sus vidas, pero hay muchos programas en los penales que los ayudan a convertirse en una versión mucho más admirable de ellos mismos.
En el penal Soledad de California hay un programa conocido como “Exercises in Empahty”. Consiste en un club de lectura donde varios estudiantes de una preparatoria acuden a intercambiar ideas de sus lecturas con los presos.
“Los estudiantes acuden pensando que se encontrarán con monstruos pero salen dándose cuenta de que son hombres, seres humanos”, dijo Jim Micheletti, cofundador del programa.
Hace unos años, los miembros del club dedicaron un par de días a discutir el libro “Milagro en el río Kwai”. Allí se habla sobre la idea de realizar un pequeño sacrificio para poder ayudar a los demás y fue entonces cuando uno de los prisioneros decidió que debían intentar hacer algo así.
“Valoramos mucho que vengan a leer con nosotros y queremos ayudar a un estudiante de su escuela que necesite dinero”, dijo Jason al anunciar la donación.
Jason Bryant propuso a todos los integrantes del club reunir fondos para poder ayudar a uno de los jóvenes de la escuela Palma, sus leales compañeros de lectura.
“Todos queremos ser parte de algo bueno. Queríamos ayudar a un joven a tener el impulso de comenzar por el camino correcto. Darle eso que nosotros no tuvimos”, dijo Jason.
Reunir fondos desde una prisión no es tarea sencilla. Muchos realizan actividades y reciben un salario a cambio pero el pago que reciben es de tan sólo 8 centavos la hora. Sin embargo, todos se sentían realmente inspirados con la idea de ayudar a un joven y después de tres años llegaron a la sorprendente suma de 32 mil dólares.
Ahora, sólo era cuestión de decidir quién sería el afortunado receptor de este bonito gesto. Llenos de emoción, discutieron esto con los jóvenes del colegio Palma y ellos supieron muy bien a quién debían ayudar.
Sy Green era un joven que se encontraba en el último año de la secundaria. Su padre había sufrido un trasplante de corazón y su madre había sufrido un accidente que la dejó completamente ciega.
Ambos habían perdido su trabajo y Sy no contaba con los fondos para pagar su último año en la escuela. Cuando recibió la maravillosa donación quedó sumido en lágrimas.
El dinero no sólo lo ayudó a cubrir su último año en la escuela sino que también lo ayudó a asistir a la Universidad y Academia de Artes en San Francisco. Todos los prisioneros sintieron una enorme alegría en su corazón y celebraron por todo lo alto el bonito impacto que habían dejado en la vida de un completo desconocido.
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