Ashley Hallford, de 35 años, siempre soñó con una vida de cuento de hadas. Se imaginaba conociendo al hombre de su vida y comenzando una gran familia, recopilando juntos recuerdos que durarían para siempre.
Con el pasar de los años, el sueño de Ashley se fue haciendo poco a poco realidad. Conoció a su esposo en el jardín de infantes, décadas después se reencontró con él en la universidad y pronto se casaron. Ella consiguió trabajo en un bufete de abogados y él se convirtió en bombero. Ahora solo faltaba tener un bebé.
Pronto, Ashley quedó embarazada, tenía todo lo que quería y sentía la mujer más afortunada del planeta. Lo que no sabía era que pronto su vida daría un giro completamente inesperado.
Ashley Hallford tenía tan solo un mes de embarazo cuando comenzó a sentir un bulto en su cuello. Al principio, le diagnosticaron una infección, por lo que se suponía que debía desaparecer rápidamente con antibióticos.
Sin embargo, la «infección» no desapareció, sino que, por el contrario, se hizo cada vez más grande y dolorosa.
Preocupados por la magnitud que estaba adquiriendo la protuberancia, los médicos le realizaron a la futura madre una biopsia a la semana 32 de embarazo. «Patólogos de todo el país estudiaron el bulto», explica Ashley, «Todos coincidieron en que posiblemente se trataba de un cáncer extraño y muy agresivo, posiblemente alimentado por las hormonas liberadas en el embarazo».
A pesar de los estudios realizados, seguía sin saberse a qué tipo de cáncer se enfrentaba Ashley.
Una semana después, los doctores se vieron en la necesidad de practicarle una cesárea de emergencia. Para ese momento, Ashley y su esposo imaginaron que tendrían que pasar días en cuidados intensivos con su bebé prematuro. No obstante, su primer hijo, a quien llamaron Harley, nació en perfectas condiciones y fue dado de alta 2 días después.
Este fue el primero de una cadena de milagros para esta familia.
Cuatro días después de haber dado a luz, Ashley fue llevada nuevamente a quirófano, esta vez para extraerle la masa que le había crecido en el cuello. El tumor era del tamaño de una pelota de softball y había desarrollado ramificaciones que se extendían hasta su mandíbula.
Fue una operación complicada de más de 6 horas, en la cual los doctores se esforzaron por sacar la mayor cantidad posible del tumor.
Posteriormente, el tumor fue enviado a evaluación y los resultados no llegaron sino 5 semanas después, tiempo suficiente para que el cáncer se expandiera agresivamente a su cerebro, pulmones e hígado.
Fue entonces cuando le diagnosticaron cáncer en etapa 4.
Las noticias eran devastadoras. Los médicos le dijeron a Ashley que su tumor cerebral era inoperable, puesto que se había alojado en el seno cavernoso, un lugar donde «solo las manos de Dios podrían hacer algo».
El tumor se encontraba ubicado justo encima de su nervio óptico, por esta razón perdió toda la funcionalidad de su ojo derecho.
Ashley fue sometida a un régimen estricto de quimioterapia y radioterapia. Fue tanta la radiación que recibió que, de hecho, le aplicaron la dosis máxima que una persona puede recibir durante toda su vida en apenas 6 semanas. Un mes después, le realizaron nuevas pruebas a la madre primeriza y el resultado fue aún más desalentador. Los tumores no habían parado de crecer; se estaban multiplicando.
Eran tantos, que resultaba imposible contar cuántos tumores tenía la pobre Ashley.
A partir de ahora, los doctores decidieron que la única alternativa que tenían era cambiar el plan. Modificaron las dosis y los medicamentos de su quimioterapia, esperando así que ocurriera lo mejor.
Por su parte, Ashley comenzó a refugiarse en su fe.
Este fue el periodo más duro para Ashley y, en ocasiones, se sorprendió a ella misma pidiéndole a Dios que la dejara morir. Sin embargo, esta amorosa mamá no permitiría que nada la separa de su hijo y continuó el tratamiento unos meses más, luchando arduamente por mantenerse con vida.
Hasta que en marzo del 2008 ocurrió algo extraordinario, un nuevo milagro iluminó la vida de Ashley, quien admite que para este momento estaba esperando que le dijeran que le quedaban pocos días de vida. ¡Nuevos exámenes revelaron que el cáncer se encontraba en remisión; es decir, que estaba desapareciendo!
Los doctores se quedaron sin palabras… Las posibilidades de que algo así ocurriera eran, simplemente, nulas.
Después de dos años en remisión, Ashley y David decidieron que había llegado la hora de tener un segundo bebé. No obstante, el médico les advirtió sobre el peligro que esto implicaba, puesto que no sabían cuál podría ser el efecto que causaría en el niño tanta quimioterapia y radioterapia.
Por otro lado, un especialista en fertilidad les explicó que debido al tratamiento, Ashley estaba en plena menopausia y que no había manera de que tuviera un hijo biológico.
Dos días después de que le dijeron que tenía la menopausia…Pero Ashley descubrió que estaba embarazada. La familia cuenta que cuando lo supieron apenas podían contener la alegría, pero también temieron que el cáncer reapareciera.
Afortunadamente, el cáncer no volvió y la bebé, a quien llamaron Grace, nació sana y fuerte. Años después, la historia se repitió. Los médicos le confirmaron a Ashley que, definitivamente, no podría tener más hijos… pero como si su cuerpo insistiera en desafiar la opinión médica, esta gran mamá quedó embarazada de nuevo, esta vez de un varón llamado Eli.
Ashley asegura que su recuperación se la debe por completo a Dios, aunque también agradece el trabajo de los médicos.
Hace ya diez años que le dijeron a Ashley que su enfermedad no tenía cura, que era imposible que pudiese sobrevivir a un cáncer en etapa 4. Hoy ella y David tienen una hermosa familia y aseguran que su historia es la evidencia de que los milagros existen.
Su consejo para todas las personas que se encuentran en una situación difícil es que nunca se rindan y que recuerden que no existe «lo imposible».
Ayuda a esta familia a esparcir su mensaje de fe y amor ¡Compártelo con todos tus conocidos!