El mundo animal ha lamentado la muerte de Sudán, el último macho de rinoceronte blanco del norte que quedaba en el mundo. Y han salido a la luz imágenes descorazonadoras de los últimos momentos de vida de este hermoso animal junto a su cuidador, el guardabosque Zacharia Mutai, quien vivió con profundo dolor la dura despedida, en la reserva OI Pejeta, en Kenia.
Sudán padecía una afección degenerativa de los músculos y los huesos relacionada con la edad, al punto de que ya no podía ponerse de pie, momento en el que los veterinarios decidieron ponerlo a dormir este lunes.
Zacharia Mutai consuela a Sudán momentos antes de ser sacrificado
Sudán murió a los 45 años, dejando solo dos hembras de su subespecie con vida
Najin (a la derecha), hija de Sudán; y Patu (a la izquierda), su nieta
Sudán, que lleva el nombre de su país de nacimiento, había sido traído a Kenia desde un zoológico checo en 2009, junto con otro macho y dos hembras con la esperanza de que pudieran reproducirse, pero no produjeron descendencia.
Cuando Sudán nació, a principios de la década de 1970, se creía que había alrededor de 500 rinocerontes blancos del norte que vivían en África central, pero esa población se redujo a solo 15 a mediados de la siguiente década.
Sus músculos y huesos se habían degenerado y su piel tenía heridas extensas, con una infección profunda en la pierna derecha trasera.
La población de rinoceronte blanco del norte en Uganda, República Centroafricana, Sudán y Chad fue aniquilada durante la crisis de caza furtiva de los años 70 y 80, alimentada por la demanda de cuerno de rinoceronte en la medicina tradicional china en Asia y puñales en Yemen.
En 2008, el rinoceronte blanco del norte fue considerado extinto en la naturaleza.
Sudán estuvo en la reserva Ol Pejeta en Kenia y siempre estuvo bajo custodia armada para evitar la caza furtiva.
Los rinocerontes blancos salvajes fueron aniquilados en Uganda, la República Centroafricana, Sudán y Chad gracias a la caza furtiva, antes de que los 30 últimos murieran durante el conflicto en la República Democrática del Congo.
Ante el panorama crítico de la extinción de la especie, se recogió su semen y ahora esperan a las técnicas de FIV para lograr una fertilización, primero con sus descendientes, y en caso de fracaso con hembras de rinocerontes del sur, o con semen de rinoceronte blanco septentrional almacenado.
Transmisores incrustados en cuernos, torres de vigilancia, vallas, drones, guardias armados y perros guardianes fueron utilizados para proteger a Sudán.
Pero en todo el tiempo en que Sudán estuvo en cautiverio, no hubo embarazos exitosos, por lo que los científicos apuestan por una extinción total de esta subespecie.
Quedan alrededor de 20,000 rinocerontes blancos del sur en Sudáfrica gracias a los intensos esfuerzos de conservación y cría, por lo que el desarrollo de técnicas de FIV, que usen óvulos congelados y el semen de Sudán, es la última esperanza del rinoceronte blanco del norte.
«Fue un gran embajador de su especie y será recordado por el trabajo que realizó para concienciar a nivel mundial de la difícil situación que afrontan no solo los rinocerontes, sino también los muchos miles de otras especies que se enfrentan a la extinción como resultado de una actividad humana insostenible», dijo el CEO de la conservación, Richard Vigne.
Los guardianes dijeron que la muerte de Sudán ‘es un símbolo cruel de la indiferencia humana por la naturaleza y entristeció a todos los que lo conocieron.
Otros rinocerontes, el rinoceronte blanco del sur y otra especie, el rinoceronte negro, están bajo una fuerte presión de cazadores furtivos que los matan por sus cuernos para abastecer mercados ilegales en partes de Asia.
«¿Cuándo vamos a entender que no podemos seguir usando y abusando de las especies silvestres sin consecuencias graves?», dijo el portavoz de la organización internacional de protección de vida silvestre Born Free, Will Travers.
«Las presiones sobre las especies silvestres por la pérdida de hábitat, la persecución, el comercio, la caza, la caza de trofeos, la extracción de recursos, la conversión de tierras, la agricultura y más, combinado con el crecimiento implacable de la población humana plantea la pregunta: ¿habrá espacio para humanos no humanos en la tierra después de que hayamos terminado?».
Una profunda reflexión que nos invita a cuestionarnos sobre los alcances de los abusos de la raza humana sobre un planeta que no es de su dominio absoluto, sino ¿qué les heredaremos a nuestros hijos?
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