Don Miguel Ramírez y su esposa han hecho su hogar por más de un año. Al calor de una pequeña fogata, soportan las bajas temperaturas en la montaña en una población de Guatemala.
Se mantienen de lo que pueden cosechar para su propia subsistencia, y con sus más de 80 años, construir su vivienda en la montaña fue la última opción que tuvieron, después de que su hijo les hubiera quitado su vivienda, en la que residieron toda su vida.
Don Miguel cuenta que su hijo atravesaba una fuerte crisis económica, y le dijo que estaba a punto de perder su casa. Por lo que el anciano enseguida pensó que todo lo que él tenía les pertenecía a sus hijos también, por lo que en una forma de ayudar a su hijo, puso su casa a nombre del hijo en apuros.
Sin saber que ese gesto sería la causa suficiente para que el desagradecido hijo, sin dudarlo ni un segundo, aprovechara la situación para desalojar a sus padres de la vivienda y dejarlos en la calle.
Pensando en que sería tan solo un mal entendido, o una rabieta de momento dado que los ancianos le habían hecho un pequeño regalo a unos de sus nietos, decidieron esperar. Pero sólo cuando se presentó la policía en la vivienda, se dieron cuenta que los alcances de su hijo iban en serio, obligándolos a abandonar el hogar, y con él todos los recuerdos que se llevaban consigo.
Fue así como en medio de la desesperación no se les ocurrió otra cosa que ir a la montaña, en medio del gélido frío e instalarse en una vivienda improvisada, hecha con plásticos y palos, montada por el propio anciano.
Doña Teresa, por su parte, reconoce que con el pasar de los días, se sentía triste, desconsolada y padeciendo un frío que era inhumano.
Trataban de sobrellevar la situación como podían; y, aunque soportar el frío y la penuria era angustiante, lo era más aún recordar el peor gesto de ingratitud de su propio hijo, y solo veían pasar el tiempo, a la espera de un milagro, de que alguien los ayude.
Muchos moradores del lugar, al subir a la montaña, se quedaban inmensamente sorprendidos al darse cuenta que un par de ancianos vivían solos en tales condiciones.
La historia llegó rápidamente a los medios, quienes a su vez informaron del hecho a las autoridades municipales. Enseguida, trataron de tomar contacto con los hijos. Pero rápidamente se dieron cuenta que no había mucho que hacer.
Rencor, y un corazón de piedra fue lo que encontraron, y fue imposible hacerles caer en la cuenta de que debían ayudar a sus padres.
Fue entonces cuando otro anciano, Valentín Bautista, que vivía también en precarias condiciones, pero con un corazón de oro, el doble de grande que el de sus hijos, se conmovió con la historia; y, aunque no podía hacer mucho, decidió darles un pedazo de su terreno para que ahí el par de ancianos pudieran levantar una vivienda digna.
Mientras eso sucedía, el buen samaritano, además les cedió un cuarto para que puedan dormir y pudieran cocinar su comida.
Después de que las autoridades tomaron contacto con la familia de don Miguel, supieron que el hijo había vendido la casa de sus padres en 8.000 dólares, y después desapareció con el dinero.
Ahora, toda la comunidad se ha unido para la construcción de la nueva vivienda del par de ancianos, que lo habían perdido todo… Menos la fe. Pero todavía mantienen la esperanza de que su hijo algún día regrese, y lo esperarán con los brazos abiertos, han dicho.
Una sobrecogedora historia que nos puede entrar en la mente, ni en el corazón. Es increíble cómo un hijo, no sólo no corresponde con el amor abnegado de unos padres, sino que además hace todo para dejarlos en la calle, como si de un desecho tóxico se tratara.
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