Krysta Davis, de 23 años, y Derek Lovett, de 26, una pareja de Cleveland, Tennessee, en diciembre de 2018 estaban pasando por uno de los momentos más felices de su vida.
Habían llegado a la semana 18 de su embarazo y descubrieron que esperaban una niña, a la que decidieron llamar Rylei Arcadia Diane.
Pero pronto esa felicidad se vio ensombrecida por una aterradora realidad, en el escáner los doctores se dieron cuenta que algo no estaba nada bien, por lo que les enviaron a un especialista sospechando que la pequeña padecía de espina bífida.
«Entré esperando escuchar que ella nunca caminará, pero descubrí que la situación era mucho peor: a nuestra hija se le diagnosticó anencefalia, un trastorno cerebral raro y mortal en el que el cerebro no se desarrolla por completo. Yo estaba en shock», cuenta Krysta.
Entonces el doctores les dieron 2 opciones: llevarla a término o recibir medicamentos para inducir el parto. Después pidió el consejo de su obstetra, quien le dio una tercera opción: ¡Podríamos llevar el embarazo a término y donar sus órganos!
Pero lo más duro fue escuchar que la pequeña Rylei probablemente no viviría más de 30 minutos después del nacimiento.
«Definitivamente fue impactante. Fue una gran angustia saber que habíamos abortado previamente y estábamos teniendo complicaciones con este embarazo. Fue realmente difícil asimilarlo ”, dijo Krysta recordando su aborto involuntario en 2017.
A Krysta le dijeron que los bebés con anencefalia tienden a no sobrevivir al parto y mucho menos a superar el corte del cordón umbilical. Pero ellos decidieron llevar todo hasta el final, guardando la esperanza de poder dar los órganos a otro bebé y devolverles la esperanza a otros padres:
«Decidimos que incluso si no podíamos llevarnos a nuestra hija a casa, ninguna madre debería pasar por esto».
Krysta entonces llevó su embarazo a término, pero relata que el padecimiento para dar a luz fue horrible.
«Los médicos corrían por todas partes, llamaban a los especialistas en trasplantes de órganos y preparaban a los equipos para enviarla a una cirugía para el tejido. Nos dijeron que no sobreviviría al nacimiento. ¡Pero ella lo hizo!», cuenta Krysta.
Y tras 48 horas de inducción y labores de parto, finalmente trajo al mundo a la pequeña Rylei en Nochebuena, a las 40 semanas y 2 días.
«Ella salió mirando a las estrellas. Ella nació boca arriba. Fue el sentimiento de amor más abrumador que he sentido en mi vida. Poniendo los ojos en ella, nunca supe que podía amar tanto a alguien. Fue una locura», relata la madre.
Entonces llegó el momento más tenso, pero Rylei sorprendió a todos.
«Dijeron que una vez que se cortara el cordón, no duraría mucho más. Por lo tanto, mantuvieron el cordón conectado durante 30 minutos… ¡Mientras pudieran! Cuando llegó el momento, la madrina lo cortó con los ojos llenos de lágrimas».
Entonces no sólo que la pequeña sobrevivió al parto y al corte del cordón, sino que además les dio el regalo a sus padres de tenerla 7 días con ellos.
Krysta, Kerek y Rylei permanecieron en el hospital juntos hasta que la pequeña dio su último aliento en la víspera de Año Nuevo.
«Ella estaba todavía superando todas las probabilidades y no puedo dejar de sorprenderme mientras miro a la niña que yace a mi lado. Ella me ha mostrado lo que es el verdadero amor en tan poco tiempo».
Los padres no podían creer que de no tener ninguna esperanza a tenerla con ellos 7 días, eso ya era un milagro.
“Fuimos capaces de encajar toda una vida de amor en esa semana con ella que ni siquiera esperábamos. Ella sólo sonrió todo el tiempo».
La madre relató que Rylei no había llorado en absoluto durante su semana de vida. Pero en su último día, ella dejó escapar un pequeño grito cuando su oxígeno se volvió demasiado bajo.
«Era como si ella estuviera luchando para darnos más tiempo. Fue increíble».
Después de siete días mágicos, ella partió al cielo para salvar muchas vidas. Sus válvulas cardíacas se administraron a dos niños y sus pulmones se enviaron a un hospital de investigación.
«Habrá dos niños que vivirán mucho más tiempo gracias a Rylei. Si no podía llevar a mi bebé a casa para siempre, al menos otros podrán hacerlo «, concluye el testimonio de esta valiente madre.
Es una impactante historia que vale la pena ser compartida para concienciar sobre el gran bien de salvar vidas donando órganos.