Cristian Paniego, de 21 años, perdió la vida tras sufrir un infarto mientras jugaba al fútbol. Le apasionaba el deporte desde temprana edad, se dedicaba a jugar en su comunidad y era un joven con hábitos muy saludables.
Sus devastados padres lamentan su pronta y repentina partida, aquel 26 de enero de 2018 fue un día fatal para ellos. Cristian jugaba en el polideportivo municipal de Corral de Almaguer, en Toledo cuando se desplomó en el campo, comenzó a sangrar por la cabeza y no reaccionaba.
Todos los presentes se quedaron desconcertados, reaccionaron de inmediato para ayudarlo y comprobaron que no tenía pulso y no recuperaba el conocimiento, así que llamaron a emergencias.
Los compañeros y entrenadores de Cristian sabían que se sometía a revisiones médicas semestrales por presentar una cardiopatía asintomática.
Alberto, uno de los amigos de Cristian cogió un coche junto a otros dos compañeros y se dirigió al Centro de Salud del pueblo que quedaba a 650 metros, se tardaron dos minutos en el trayecto.
Entraron desesperados pidiendo ayuda para salvar a su amigo, les dijeron a los médicos que no tenía pulso y que no respondía a ningún estímulo.
Pero los médicos respondieron que no podían trasladarse a ayudarlo porque el vehículo del que disponían que tenía equipos de primeros auxilios se encontraba en Lillo, un pueblo a 12 kilómetros de distancia.
Cuando los jóvenes dijeron que ellos mismos los trasladarían al lugar en su coche recibieron una respuesta negativa. Los doctores alegaron que no podían abandonar el recinto porque incumplirían el protocolo. La solución que les ofrecieron los sanitarios fue que ellos mismos se trasladaran hasta Lillo para pedir auxilio.
Pocos minutos después Milagros, la madre de Cristian, llegó al centro de salud pidiendo ayuda para salvar la vida de su hijo y recibió la misma respuesta.
“No podemos dejar el centro vacío, es nuestro protocolo”, dijeron los médicos.
Agregaron que seguramente llegaría una ambulancia desde Quintanar de la Orden, a 36 kilómetros de distancia, así que la madre regresó al polideportivo en el que yacía su hijo todavía inconsciente.
La ambulancia llegó 35 minutos después de que Cristian sufriera el infarto. “Este chico ha muerto”, le dijo uno de los paramédicos a Milagros cuando lo vio.
Le aplicaron técnicas de reanimación cardiopulmonar y el joven recuperó el pulso tras recibir una inyección de adrenalina. Posteriormente lo trasladaron en helicóptero al Hospital Virgen de la Salud de Toledo, ahí sufrió otros dos infartos.
Lamentablemente los médicos no pudieron hacer nada para salvarlo y declararon su fallecimiento.
Días después de la trágica noticia Milagros supo que los compañeros de Cristian intentaron usar el desfibrilador del polideportivo, pero no pudieron acceder a él. El encargado no había asistido porque se encontraba en el funeral de un familiar.
La persona que lo reemplazaba no logró ubicar las llaves de la oficina en la que se encontraba el aparato que por ley debe haber en el lugar para atender emergencias como la de Cristian.
Los padres del joven, Milagros y Valentín, consideran que una cadena de errores perjudicó a su hijo, su madre pide justicia mientras lamenta que lo echa mucho de menos.
“Todo esto lo hago por él, porque lo extraño mucho”, dice en una entrevista desde su casa en la que muestra un altar con fotos de Cristian.
“Él llegó vivo a Toledo, tuvo una oportunidad”, relató ella. Además, comentó que otra oportunidad habría sido el uso del desfibrilador que estaba en una habitación bajo llave.
“Creemos que, en otras condiciones, esto se podría haber evitado”, dicen los padres de Cristian.
Ellos han decidido emprender acciones legales contra los sanitarios que presuntamente se negaron a auxiliar a Cristian por denegar el deber de socorro. Interpusieron una reclamación administrativa contra el Ayuntamiento de Corral de Almaguer por cómo estaba el desfibrilador en el pabellón.
Aseguran que lo han hecho con la finalidad de que a más nadie le ocurra lo mismo.
Aunque Milagros confiesa que sabe que no podrá recuperar a su hijo, quiere luchar por una causa que considera como justa. No quiere que ninguna otra familia viva una experiencia similar.
Ha pasado un año y medio desde la muerte de Cristian y no logra recuperarse. “Es muy complicado”, dice. Cada mes acude en Madrid a una terapia de duelo en Madrid, al psicólogo y al psiquiatra.
Milagros asegura que eso le ha dado la fortaleza para luchar y difundir su caso ante los medios de comunicación.
Recuerda que Cristian “era la alegría de la casa”, comenta que se despertaba cada día a las 4:30 de la mañana, para irse en el coche a Quintanar de la Orden a la fábrica de jamones donde trabajaba.
“Después, regresaba con el pan, se echaba la siesta, se iba al gimnasio y veía a su novia. Así cada día, sin quejarse, tranquilo, disfrutando de compartir con su familia”, relató Milagros.
Soñaba con ahorrar para estudiar un grado superior de informática, iba a asistir el concierto de Bon Jovi en el estadio Wanda Metropolitano y se preparaba para celebrar los carnavales de su pueblo.
“Se había probado el traje días antes de morir”, dijo Milagros.
Ella espera que se haga justicia, miles de personas se han conmovido con este caso. Compártelo.