Un hombre fue descubierto realizando un fraude, mediante el cual logró robar ocho millones de dólares en un periodo de 30 años, ahora se enfrenta a las autoridades y su sentencia es de al menos 18 años en prisión.
El hombre, llamado Anthony Gignac, fue sentenciado en Miami, después de que las autoridades encargadas de investigar su caso, descubrieron que el susodicho se hizo pasar por un príncipe saudita de nombre Khalid Bin al Saud.
El acusado se dedicó a manipular, victimizar y engañar a diversos inversionistas de todo el mundo, de quienes logró obtener joyas, viajes internacionales, obras de arte, jets privados, autos de lujo, propiedades, relojes, y otra infinidad de lujos.
“La vida que este hombre se dio a lo largo de los últimos años es increíble, es un estafador y un ladrón experto”, declaró Ariana Fajardo Orshan, la fiscal federal que se encargó de imponer la sentencia de Anthony Gignac.
Anthony Gignac, quien actualmente tiene 48 años aceptó su responsabilidad y se declaró culpable de todos los cargos que le inculparon sobre robo de identidad y fraude electrónico, entre muchos otros.
Las redes sociales de Anthony Gignac, sobre todo su cuenta de Instagram, están llenas de fotos que dejan huella de todos los lujos con los que vivía: relojes caros, autos deportivos, maletas llenas de dólares, pulseras de oro y plata, entre muchos otros bienes materiales.
“Anthony Gignac le vendió esperanzas a sus víctimas, ilusiones sobre las carreras profesionales de sus hijos, un futuro prometedor, y así fue como una gran cantidad de inversionistas fueron defraudados y despojados del dinero que invirtieron con él”, declaró Ariana Fajardo.
Gignac se tomó muy en serio su papel de estafador, ya que invirtió grandes cantidades de dinero en adquirir los papeles, licencias, atuendos, vestimenta, y todo tipo de artículos que están relacionados con la realeza, así fue como se ganó la confianza de los inversionistas.
Lo curioso de este asunto es que Anthony fue descubierto porque intentó hacer negocios con un promotor inmobiliario, pues supuestamente quería comprarle un hotel, y quedaron de verse en un apartamento en Fisher Island, en Miami Beach.
Entonces sucedió que como entremés tenían jamón, tocino y otros alimentos provenientes del cerdo, mismos que los musulmanes no consumen, pero Gignac los comía muy contento, con dicho acto, el promotor inmobiliario sospechó de él y de su papel por lo que se libró de hacer tratos con él, y se encargó de difundir dicho suceso.
Gracias a ese pequeño detalle y al buen observador, la justicia finalmente ha logrado identificar y castigar al que pudo haber sido el ladrón del siglo. Sin duda, no hay acto fraudulento que no salga a la luz y nadie que logre escapar de la justicia.
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