Laura Worsley es una mujer británica de 35 años que logró el sueño de ser madre después de diez años de dolor. Tenía una condición que impedía que sus embarazos llegaran a feliz término y tuvo 13 pérdidas.
Durante una década sufrió mucha angustia y tristeza, hasta que finalmente puede celebrar que tiene a su bebé entre sus brazos.
En el año 2008 se hizo una prueba de embarazo que resultó positivo, se ilusionó muchísimo por ser madre sin imaginar lo que pasaría. Perdió a su bebé y siguió intentando, pero en los siguientes dos años tuvo el mismo desenlace en tres oportunidades.
Los médicos le advirtieron que se trataba de un caso especial, el equipo de investigación de la especialista Siobhan Quenby y la Unidad de Investigación Biomédica en el Hospital Universitario de Coventry y Warwickshire la incluyeron en un trabajo de investigación de embarazos que no llegan a feliz término.
La doctora Quenby descubrió que Laura padecía síndrome antifosfolípido conocido como el síndrome de la sangre pegajosa, que causa la interrupción involuntaria de embarazos.
Mientras avanzaba el trabajo de investigación Laura se frustraba, hasta que por fin logró que su embarazo evolucionara, superó el temido primer trimestre con la atención especializada de los médicos. Cuando cumplió 17 semanas lamentablemente el bebé falleció, el caso se repitió con el siguiente embarazo a las 20 semanas.
A Laura le costó mucho recuperarse emocionalmente, pero no estaba dispuesta a rendirse. En total perdió a 13 bebés, hasta que los médicos determinaron que padecía otra afección además del síndrome.
La diagnosticaron con Intervilositis Histiocítica Crónica (CHI), que causaba que su cuerpo rechazara los embarazos. Le administraron esteroides y pudo concebir naturalmente quedando embarazada por décimo cuarta vez.
Finalmente dio a luz a su pequeña Ivy, que actualmente tiene 9 meses y está saludable y hermosa.
Fue un procedimiento muy difícil, Laura se sometió a tratamientos para detener la coagulación de la sangre, en la semana 30 de gestación tuvieron que hacerle una cesárea de emergencia.
El 12 de septiembre del año pasado nació Ivy pesando apenas 700 gramos, estuvo en una incubadora en la unidad neonatal de cuidados intensivos durante 11 semanas.
“Incluso nueve meses después, no puedo creer que pude ser mamá. No puedo agradecer lo suficiente a los investigadores y a los equipos de la maternidad del Hospital Universitario, me ayudaron a tener el bebé que siempre soñé. Es importante para mí que esto sirva de ejemplo para cualquier otra persona que sufra lo que yo pasé”, relató Laura.
Ella quiere que a través de su testimonio pueda ofrecerle esperanza y fortaleza a otras familias para continuar incluso cuando las cosas parezcan imposibles.
“Era lo único por lo que vivía, perdí años de mi vida, solo pensaba que si no tenía un bebé no tendría motivos para seguir viviendo. Mi condición hacía que mi placenta muriera durante la gestación. No estaba segura de querer seguir intentando, pero los investigadores me dijeron que habían ayudado a otras mujeres y habían tenido éxito”, continuó.
“Pensé que si tenía un poco de esperanza debía seguir intentando y mi esposo pensaba lo mismo. Muchas veces conocí milagros de otras personas, y ahora tengo el mío”, dijo Laura.
Confesó que no le contó a nadie sobre el último embarazo, y había decidido que ese sería su último intento.
Después de la cesárea, su esposo le mostró una foto de la bebé cuando ella despertó de la anestesia.
“Solo pensé que mi hija era una luchadora, avanzó todo el tiempo, hoy la miro y pienso que los milagros ocurren”, dijo la madre.
Su testimonio efectivamente puede alentar a otras familias que se enfrenten a situaciones similares a la suya, compártelo.