Randa Ragland es una mujer originaria de Pinson, Alabama (Estados Unidos). En medio de su dolor, a fines de julio abrió el buzón de su casa sin imaginar lo que hallaría. Era la carta de un vecino, pero con la particularidad de que venía sin remitente.
Su corazón se partió en dos nada más leerla, las lágrimas empezaron a rodar por sus mejillas. Lo que encontró en esa misteriosa misiva no eran más que palabras hirientes. Pero el vecino estaba lejos de sospechar lo que Randa atravesaba en esos momentos.
“Tenga algo de dignidad y mejore el exterior de su casa. Su adefesio está afectando el valor de reventa de NUESTRAS casas. ¿Quién querría comprar una casa al lado de la suya y ver eso todos los días? NO requiere mucho esfuerzo. ¡¡¡Hágalo mejor!!!”, era el texto de la carta.
Muchas cosas malas le habían sucedido a Randa en los últimos días. Su esposo se había quedado sin trabajo, su pequeño Jaxen, que tiene autismo y no habla, fue diagnosticado con un cáncer avanzado, un neuroblastoma en etapa 4, a pocos días de cumplir 3 años. Y por si fuera poco, ella también recibió malas noticias sobre su salud.
Ciertamente, su vecino no tenía que saber el calvario que sufría Randa.
Pero ella, por su parte, decidió publicar la carta en sus redes relatando la historia de Jaxen y aprovechó para enviar una reflexión invitando a la gente a «ser amable con sus vecinos», ya que nadie sabe la vida del otro.
Lo que Randa no sabía era el efecto que tendría su publicación, en cuestión de minutos toda su comunidad se había enterado de la lamentable carta y su triste situación.
“Normalmente nunca hago clic en esas publicaciones, pero Dios debe haber estado hablando conmigo”, dijo Kimberly Davis Quick. “Y dije: ‘Oh, no, no en nuestra comunidad’”.
Sin siquiera conocer a Randa, Kimberly creó una página en honor a Jaxen y las donaciones de almas bondadosas no tardaron en llegar.
Pero eso no fue todo, alguien se acercó a su casa para cortar su césped; otros retiraron los escombros; otros llenaron su despensa de alimentos; y otros más comedidos la ayudaron a ordenar su casa, mientras el resto de vecinos limpiaban el patio.
“Esto es amor por un desconocido», dijo una de las voluntarias, una mujer que había perdido a su hija Lulú, de 6 años, por el mismo cáncer que azotaba a Jaxen, y que de hecho se conocieron durante su tratamiento.
La mujer fue más allá todavía y le regaló a Randa una de las mantitas que adoraba su hija y que eran su amuleto. Estaba pintada de verde con corazones negros y tenía impresa la palabra “fuerza”. Ragland no pudo menos que echar a llorar.
Si te has emocionado con este gran gesto de amor y solidaridad de la comunidad de vecinos, no dejes de compartirlo en tus redes. Y recuerda que la gente necesita ver rostros amables siempre.