El noviazgo de Agustín Larceri, de 25 años y Agostina Marcoré, de 21, terminó de la peor manera. Él se graduó de médico y ella estudiaba la misma carrera.
Tres meses después de que Agus recibiera su título de médico le ofreció refugio a su novia en su apartamento porque clausuraron el edificio en el que ella vivía por una fuga de gas.
La pareja se mudó a Rosario, Argentina, para asistir a la misma casa de estudio, la Universidad Nacional de Rosario, y estudiar medicina. Con el tiempo su amistad entrañable se convirtió en una relación amorosa, aunque empezaron a vivir juntos por casualidad, y no por pretensiones de formar una familia, eran muy jóvenes para eso.
Lo que no imaginaron era que perderían la vida inesperadamente. En el apartamento de Agustín hallaron sus cuerpos y el de su perrita Lola sin signos vitales un mes después de haberse mudado.
“Eran una pareja preciosa, creo que su destino era partir juntos”, dijo la madre de Agostina.
Silvia Cozic, madre de Agustín, relató que su hijo le comenzó a hablar de Agostina cuando la conoció en la residencia universitaria en la que eran vecinos, le comentó que le cocinaba exquisito. Ella le respondió que le parecía que estaba comenzando un noviazgo, y no se equivocó.
Agus y Agos tenían un año y medio saliendo cuando él se mudó solo a otro edificio, cursaba el último año de la carrera y quería independizarse. Sus padres lo ayudaron con el gasto del alquiler.
A finales de febrero de 2016, Agustín se graduó de médico y para celebrar viajó con Agostina a Concordia, donde lo esperaban sus seres queridos con una fiesta. Ninguno pensó que sería su despedida.
Compartieron unos días con la familia de Agustín y su hermano, después viajaron a Corrientes para ver a la familia de Agostina. Regresaron a Rosario, y la madre de Agostina le tenía preparada una sorpresa porque estaba a punto de graduarse: le compró su propio apartamento.
Ella se emocionó mucho, le hacía mucha ilusión comprar los muebles, elegir cómo decorar y tener su propia casa. Finalmente se mudó, pero ante la fuga de gas que clausuró todo el edificio, se fue a vivir con Agustín.
A nadie le molestó la drástica medida, tres años antes, en Rosario, murieron 22 personas y más de 60 resultaron heridas por una fuga de gas en un edificio.
“Agostina podría haber vuelto a donde vivía antes, ahí estaban sus compañeras, pero prefirió irse con Agustín, por eso creo que estaban destinados a morir juntos”, dijo la madre de él.
En mayo de ese mismo año, Sergio Larceri, padre de Agustín, viajó a Rosario por trabajo y su esposa lo acompañó para aprovechar la oportunidad de ver a su hijo.
“Fue hermoso, salimos a pasear. Nos encantaba salir juntos, nos íbamos a tomar un café, de compras. Era mi compañero ideal”, relató Silvia. Fue la última vez que pudo ver con vida a su hijo.
En ese viaje, ella les advirtió que ventilaran el apartamento en más de una oportunidad, tal vez porque era invierno, ahí reconoció que Agostina era tan friolenta como su hijo.
“A veces creo que mi alma anunciaba algo”, dijo Silvia.
El 11 de junio de 2016, un día de invierno, Silvia fue a la peluquería como acostumbraba cada sábado y su esposo a trabajar. Aunque su hijo llamaba con mucha frecuencia, no le extrañó que ese día no se había comunicado con ellos. Vivían a 350 kilómetros de distancia.
Agustín trabajaba en el servicio de emergencias y no llegó, eso extrañó a sus compañeros. Ninguno de sus amigos lograba comunicarse con él ni con Agostina, así que empezaron a preocuparse.
Llegaron al apartamento y forzaron la puerta, salió un calor insoportable y los vidrios estaban empañados. Agostina estaba recostada, la perrita en el recibidor y Agustín en la ducha, los tres sin vida.
Las investigaciones comprobaron que no había fugas en ninguna estufa, ni tubería, simplemente se habían quedado sin oxígeno y murieron por inhalación de monóxido de carbono. Hasta ese momento nadie había notado que en ese apartamento no había ninguna rejilla de ventilación.
La madre de Agustín resaltó que ella dejó su apartamento para evitar un accidente por la fuga de gas y encontró la muerte en el lugar al que había ido a refugiarse con él.
“Se fueron como en un sueño”, comentó ella.
Los padres de Agustín se deprimieron mucho, no sabían cómo salir del complicado duelo en el que estaban inmersos buscando alternativas para encontrar respuestas a lo que les había sucedido.
Asistieron a charlas con sacerdotes, a psiquiatras, a terapias holísticas, y otras prácticas buscando consuelo.
Finalmente, Silvia asegura que comprendió: “Que hay un plan de vida para cada uno de nosotros, una lección que tenemos que aprender y que tenemos nuestro tiempo. Agustín fue hasta sus 25 años, nosotros tenemos algo que seguir aprendiendo”.
Conformaron un grupo llamado “La vida continúa”, de otros padres que habían perdido a sus hijos.
Aseguran que lo más importante es abrirse y pedir ayuda, “Pedir ayuda es importante, sino la cabeza va creando sufrimiento, el sufrimiento te va comiendo por dentro y terminas con depresión o con otras enfermedades”.
“Vivo el día de hoy sin preocuparme por el futuro y trato de que todas las cosas salgan desde el corazón hacia la mente y no desde la mente hacia el corazón”, dijo Silvia, quien está escribiendo un libro para apoyar a padres en duelo.
“Lo que a mi me ayudó fue aprender que la muerte es física, pero esa alma no muere. Yo lo sentí con claridad el día del entierro. Pensé que en ese lugar dejé su cuerpo, pero él está en otra parte”.
Silvia relató que está atenta a encontrar señales que le hagan sentir la presencia de su hijo, “Mi primer Día de la Madre sin él, me desperté, salí al jardín y vi que todas las orquídeas habían florecidas a la vez. El día del cumpleaños de mi marido, floreció un cactus que llevaba ocho años sin ninguna flor. A mí no me asombra la verdad, así era nuestro hijo, alegre, lleno de vida, siempre que aparecía se hacía notar”.
Su testimonio inspira a quienes han perdido a un ser querido repentinamente, a pesar de su dolor, lograron ofrecer consuelo a los demás y ahí encontraron el suyo. Comparte esta historia.