Los padres que trabajan y tienen hijos pequeños ven en las guarderías su mejor aliada. La experiencia puede ser gratificante cuando cuentan con personal altamente capacitado y especializado.
Pero hay casos, como una guardería en Argentina que dista mucho de esa realidad.
Paola y su esposo tienen una niña de dos añitos, ambos trabajan y necesitan un lugar donde la cuiden.
Después de indagar, escogieron un jardín de infantes privado que contaba con subvención estatal de Viedma en la provincia de Río Negro.
El primer día la niña conoció a su maestra y a sus compañeritos. La primera semana la dejaron una hora, la segunda dos, a la tercera semana la directora les tenía una sorpresa.
“La primera semana se quedó una hora, la segunda semana dos y a la tercera la directora nos pidió que no la lleváramos más porque mi hija lloraba mucho y no se podía adaptar”, explicó Paola.
No podían entender, siempre que dejaban a la niña, la madre hacía señas a la directora preguntando cómo iba todo, le respondía con su pulgar hacia arriba.
La directiva solicitó una cita y les dijo que la niña no había logrado adaptarse al grupo, estaba siempre intranquila y eso afectaba a los otros niños. Les sugirió que la llevaran con un psicopedagogo y un pediatra porque no tenía la madurez necesaria.
Paola solicitó que dejara asentado en un acta lo dicho, pero la mujer no aceptó.
Ya habían comprado los materiales y pagado dos meses por adelantado, debían volver al trabajo y resolver lo del cuidado de la niña. Los padres de Paola estaban enfermos y no podían atenderla.
Hicieron la denuncia al Equipo Técnico de Apoyo Pedagógico que depende del Ministerio de Educación de Río Negro.
La psicopedagoga del ente fungió como mediadora y contactó a la guardería, la directora admitió su incorrecta actuación.
Llamó a los padres para disculparse y pedirles que llevaran de nuevo a la pequeña, pero Paola no aceptó.
“Mi hija no vuelve más porque se cortó el vínculo de confianza y usted nunca me informó qué herramientas había implementado para lograr su adaptación”, enfatizó Paola.
Los padres llevaron a su hija al pediatra y a una psicopedagoga, ambos confirmaron que no había retraso madurativo.
Encontraron un nuevo maternal privado, Risas Petizas, la adaptación fue inmediata.
Paola con la asesoría de la abogada Cecilia Crisol, demandó al jardín por daños y perjuicios.
El juez Leandro Oyola, subrogante del Juzgado Civil 1 de la capital rionegrina, dispuso que la institución le pague 55 mil pesos por resarcimiento a la familia.
“No se trata que la niña no se adaptó a la institución en su nivel inicial, sino que esta última no se adaptó al desafío que la niña presentaba«, afirmó el magistrado.
Paola, no se conformó con eso, haría lo necesario para que la historia no se repita.
“Tengo entendido que sigue ejerciendo su cargo en el jardín. No voy a permitir que vuelva a hacerle esto a otro chico. Espero que la retiren de su cargo”, sentenció Paola.
Una guardería necesita de gente preparada académica y humanamente, deben adaptarse a los niños y no las criaturas a ellos.
Comparte este caso con todos tus amigos y familiares. Los niños son el futuro de un país y merecen ser cuidados, amados y tratados dignamente, por ello no debemos quedarnos callados ante el maltrato que puedan sufrir.