McKennah Carter tiene 20 años y es protagonista de un caso que ha servido para alertar a muchas personas sobre los indicios del cáncer que pueden ser confundidos con afecciones leves o subestimados.
En el año 2017 a McKennah le extrajeron un lunar maligno de la espalda después de diagnosticarle cáncer de piel con melanoma en etapa uno. Tras la cirugía, pensó que permanecería libre de la enfermedad porque los médicos le dijeron que la habían detectado antes de que se diseminara a otros órganos.
Pero un año después, comenzó a presentar migrañas frecuentes y gripes recurrentes.
Lo que no se imaginó es que la causa era realmente peligrosa. Había vivido cinco años con esos síntomas cuando supo que tenía cinco tumores en su cerebro.
A través de una resonancia magnética notaron la presencia de los tumores, el más grande medía 2,54 centímetros.
Una tomografía computarizada que le realizaron comprobó que el cáncer también se había extendido a su hígado, pulmones y huesos. Le diagnosticaron cáncer de piel en etapa cuatro, que se había extendido a partir del lunar que ella tenía en su espalda.
“Me diagnosticaron melanoma en etapa uno después de encontrar un lunar cancerígeno en mi espalda. En ese momento me daba vergüenza hablar del tema, no quería que me vieran con lástima por mi enfermedad”, relató la joven.
“Me dijeron que las posibilidades de que regresara el cáncer eran extremadamente improbables, que lo más seguro era que no tuviera que preocuparme por eso el resto de mi vida”, dijo McKennah.
Después de su diagnóstico, comenzó a recibir sesiones de radioterapia para eliminar las células cancerosas, pero los tumores persistieron y su condición empeoró.
En diciembre del año pasado, se vio obligada a someterse a su primera operación para extirparle uno de los tumores que había comenzado a sangrar.
Dos meses después, la sometieron a una segunda operación para extirpar otro tumor que presionaba su nervio óptico y afectaba su visión.
Pero en abril, los médicos le dijeron que los tratamientos no estaban siendo efectivos y que el tumor en su hígado seguía creciendo, le dijeron que su pronóstico era devastador, que se prepara para lo peor.
“Por primera vez, sentí que realmente podía morir. Puede sorprender a algunas personas, pero independientemente de mi diagnóstico, nunca cuestioné realmente la fragilidad de la vida o la posibilidad de mi vida se acorte hasta este punto”, agregó la joven.
Para buscar otra alternativa y agotar los recursos, Carter se inscribió en un ensayo clínico de terapia de linfocitos infiltrantes de tumores (TIL) en octubre.
Recibe un tratamiento basado en eliminar las células T, (las que combaten el cáncer liberadas por el sistema inmunitario) y cultivarlas en grandes cantidades en un laboratorio.
Tras cultivarlas durante 15 días son transferidas al paciente, cuanto más alto sea el valor de las células T son más fuertes para combatir tumores agresivos.
Ese tratamiento es capaz de detener la progresión de los tumores aproximadamente en un 16% de los pacientes. La joven se siente muy esperanzada a pesar de su pronóstico.
“Mi enfermedad me ha ayudado a ser una persona más fuerte, valiente y pacífica. Ha producido dentro de mí una perseverancia durante el sufrimiento. También me ha dado compasión por los demás y la capacidad de comprender su sufrimiento”, dijo la joven Carter.
A través de su experiencia podemos aprender a ser más empáticos ante el dolor de los demás, y a estar alerta a los síntomas que puedan indicar que algo grave ocurre en nuestro cuerpo. Compártela.