Sheila Woodcock pasó su vida dedicada a viajar, compartir con sus amigos y disfrutar de su gran afición por el chocolate. No tuvo esposo ni hijos y le gustaba llevar una vida reservada. Tampoco centró su vida en una carrera en específico pero tuvo varios trabajos y siempre se aseguró de que no le faltara nada.
Shelia residió toda su vida en Nueva Gales del Sur en Australia.
Poco después de cumplir 87 años falleció, pero dejó a todos en shock. Dejaba atrás una enorme fortuna de más de 9 millones de dólares y dejó muy claro a quién quería dejarle todo su dinero.
“Creo que nadie había hecho algo así. No nos ha dado tiempo de estar tristes con su partida. Ella se aseguró de inspirarnos a todos”.
Kent Woodcock, un primo de Sheila, no tenía idea de la enorme cantidad de dinero que tenía la solitaria mujer. Todos sabían que llevaba una vida cómoda y que tenía algo de ahorros, pero jamás imaginaron que podía tratarse de una suma tan grande.
Sheila dejó instrucciones sobre el destino de su gran fortuna. Estaba decidida a dar donaciones a diferentes organizaciones que se dedicaran a ayudar a los demás.
“Algunas veces las personas dejan algo de dinero a la caridad, pero Sheila llevó todo esto a un nuevo nivel”.
Kent organizó una reunión en las instalaciones del Servicio de Helicópteros de Rescate en Westpac de Broadmeadow y allí acudieron representantes de cada una de las fundaciones a las que había elegido Sheila con tanto amor.
En vida Sheila donó cerca 220 mil dólares a la caridad.
Había organizaciones dedicadas a todo tipo de trabajos: la lucha contra el cáncer de mamas, contra la diabetes, la Iglesia Presbiteriana, el Ejército de Salvación, Rescatistas aéreos, la Cruz Roja, Centros de estudio de la Visión y muchos más.
La familia de Sheila no recibió ninguna herencia.
Entre todas estas, había una que ocupaba un lugar muy especial en el corazón de Sheila: Guide Dogs Australia.
En su testamento, dejó más de un millón para ellos pero a lo largo de su vida también realizó importantes donaciones que jugaron un papel muy importante en el entrenamiento de estos perritos. Para agradecer su enorme compromiso, un cachorro labrador recibió el nombre Woody para honrar el apellido de Sheila.
En total 14 organizaciones recibieron altos montos para continuar su trabajo.
Sheila vivió una vida llena de alegrías y realizó un gran acto de generosidad al dejar toda esta fortuna para organizaciones tan importantes.
Es admirable su gesto de pensar en los demás y su vocación de ofrecer su apoyo y mano amiga a quienes lo necesitaran. Su acción es un ejemplo para todos, y no hace falta hacer un aporte tan cuantioso, cualquier gesto, por más pequeño que sea, es capaz de cambiar la vida de alguien.
Así que jamás debemos dudar ante la posibilidad de ayudar y ser generosos, porque una acción pequeña hace una gran diferencia.
Todo esto tendrá un impacto muy positivo en la sociedad y se ha convertido en una verdadera fuente de inspiración.