No podemos negar que tras declarar al COVID-19 como una pandemia, miles de personas tomaron sus precauciones y decidieron hacer comprar en exceso artículos de primera necesidad que dieron como resultado la escasez de algunos productos básicos.
Bien dicen, que ante una situación de riesgo las personas pueden sacar lo mejor o lo peor de sí.
Y vaya que está situación por la que estamos pasando nos ha revelado la verdadera identidad de los héroes sin capa y la intención de muchas personas que lamentablemente han actuado con egoísmo.
La actitud egoísta de algunos afecta a los más vulnerables, niños y personas mayores.
Diariamente circula mucha información sobre el coronavirus, sobre las víctimas, la tragedia que se vive en muchos países, sobre todo en Italia y España y las alarmantes cifras de fallecidos.
Sin embargo, en medio del caos hay personas con un corazón gigante que no piensan en llenar su casa de papel higiénico o acaparar productos que son clave para evitar la propagación del virus.
Algunos solo prefieren estar presentes aún desde la distancia y realizar pequeños gestos de amabilidad que nos devuelven la esperanza en la humanidad.
El gesto de solidaridad en medio de una situación de crisis hace la diferencia.
Sussannah B. Lewis es una madre que como muchas otras salió a comprar lo que necesitaba, lo verdaderamente esencial, incluso papel higiénico, un paquete, no 18 como muchas familias hicieron.
Se dirigió a un Walmart y con su bebé en brazos se dispuso a recorrer los pasillos con estantes vacíos y gente muy agresiva. Destaca que era inevitable no sentirse abrumada.
Para Lewis, un abuelito fue un ángel enviado del mismísimo cielo.
Poco a poco fue llenado el carrito de mercado, rápidamente se dio cuenta que no solo necesitaba otro para poder llevar algunos artículos sino un par de manos de que la ayudara a llevar las cosas hasta su auto.
Mientras hacía la cola pagar se dio cuenta que detrás de ella había un hombre de unos 60 años que nunca antes había visto y de repente le dijo:
Dios nos llama a ser sus discípulos”.
El abuelito tenía un carrito de mercado con solo una camisa dentro. ¿Quién necesita un carrito para una camiseta? piensa Lewis quien no pudo contener las lágrimas después que el abuelito le ofreciera el suyo y le ayudara a cagar las cosas hasta el auto en medio de una lluvia torrencial.
La bondad del hombre conmovió aún más a la madre cuando al despedirse y agradecerle por el bello gesto este le responde:
Te veré de nuevo. Si no en esta Tierra, entonces en el cielo.”
Sussannah estaba agotada, nerviosa y con mucha incertidumbre, pero el encuentro con aquel señor le permitió calmarse y comprender que después de tormenta siempre viene la calma, y que en este mundo y en medio del caos la ayuda siempre llega de quien menos esperamos.
Por favor, ayúdanos a compartir esta historia para llegar a cada del rincón del mundo y comprender que en situaciones como esta los pequeños gestos de tolerancia y amabilidad son los que hacen la diferencia.