La tecnología ha sido una aliada para ayudar a romper el silencio provocado por el confinamiento, sin embargo, cuando se trata de personas mayores su uso puede resultar un poco limitado.
Pero para Herminio Badajoz, un abuelito de 78 años, esto no ha sido un problema, él manifiesta que está muy contento de que esta pandemia le haya dado la oportunidad de hablar durante horas y horas con su nieto.
“Pongo el móvil y nos vemos las caras, entonces empiezo a contarle historias y él me escucha con una atención, es que ni parpadea”.
Y es que Herminio lleva varias semanas hablando con la fotografía de su nieto creyendo que está haciendo una vídeo llamada. Recomienda a todos los abuelos a hacer lo mismo y perder el miedo a las nuevas tecnologías.
“Es muy sencillo de usar, aunque al principio cueste un poco”.
Este abuelo confía que su nieto Rubén continúe interesado en sus experiencias de vida para cuando la cuarentena termine.
“Enciendes el móvil y ahí está el nieto, esperando que le hables”, agrega Herminio.
Herminio no sabe que ni tiene una aplicación de vídeo llamadas instalada en el teléfono móvil y que lo único que está haciendo es abrir la galería de fotos, donde tan solo hay una fotografía de su nieto Rubén, con quien no ha hablado desde hace meses.
“Hoy en día ya no hay sastrerías. Antes sí, había muchas. Ahora hay sastrerías, pero para las bodas y cosas así. Cuando tú te cases a lo mejor vas a una sastrería, pero si no, pues no”.
También le cuenta que después de trabajar en la sastrería se fue a la obra con su hermano, pero que no duró mucho tiempo porque no tenía mucha fuerza.
“No me mires así ¿tú has levantado un saco de cemento alguna vez? Pues ya está. Los jóvenes de hoy en día no saben nada. Tampoco estas teniendo mucha suerte, eso es verdad, porque entre la crisis y lo de ahora”.
Le cuenta que después se fue con el señor Ramón López, y le reveló que tuvo un romance con su esposa.
“El caso es que me hicieron gerente, pero me fui de allí al poco tiempo porque vino la mili. La mili tú no sabes lo que es, pero era como ir a la guerra. Allí también estuve a lo que había que estar, pero no lo pasé bien.
Lloré mucho por las noches porque echaba de menos a tu abuela. Porque, claro, yo era novio de tu abuela. No muy novios, pero sí un poco”.
Le confesó que gracias a las cartas que se escriban su amor creció y empezó a fortalecerse.
«Le hacía promesas a tu abuela que después no pude cumplir, pero a tu abuela no le importó porque siempre fue una mujer comprensiva y porque no fuimos ambiciosos.
No somos como los jóvenes de ahora, que no tienen ni idea de nada. Nosotros sabíamos lo que era la vida y sabíamos que había que conformarse con poco.
Por otro lado, ¿estar con el amor de tu vida es conformarse con poco? Yo creo que eso es ser muy ambicioso y yo puedo decir que conseguí todo lo que me propuse en la vida. Fíjate, aquí estoy, con un móvil que parece magia hablando con mi nieto. ¿Se puede ser más feliz? No se puede. Bueno, sí se puede, me gustaría que tu abuela siguiera viva, claro».
Le asegura su nieto que su abuela fue inmensamente feliz a su lado. Para este abuelo la vida al final se compone de esos pequeños momentos que uno atesora en el recuerdo.
“Y ya no sé qué más decirte. No soy tu bufón entreteniéndote. ¿Te crees que soy el Netflix? No estoy aquí para distraerte. ¿No vas a decir nada? Los jóvenes de hoy en día no saben nada y me hacen enfadar. ¡Calla! No digas nada, como me contestes”.
Realmente es una historia muy conmovedora que nos invita a reflexionar sobre el amor que debemos ofrecerle a nuestros mayores, un simple gesto puede alegrarles el día y ahora más que nunca nos necesitan. Compártela.