Para muchos jóvenes de escasos recursos económicos estudiar una carrera universitaria puede ser una odisea. Como le pasó a una joven camarera hawaiana, hasta que un día recibió una ayuda inesperada que le permitió lograr lo que tanto quería.
Cayla Chandara es una joven de 21 años que siempre quiso iniciar una carrera universitaria, pero no podía pagarla. Por esa razón, decidió mudarse a Waikiki, Honolulu, y buscar empleo para poder hacer realidad su deseo. Así fue como comenzó a trabajar como camarera.
Con muchos esfuerzos inició sus estudios, pero las exigencias económicas eran superiores a los escasos ingresos que percibía. Tuvo que tomar dos empleos, pero aún no era suficiente, además se le hacía complicado poder atender las tres responsabilidades a la vez.
La joven trabajaba durante el día en Cheesecake Factory, y en las tardes en Noi Thai Cuisine. Era necesario prescindir de una de las tres actividades, y decidió parar sus estudios para dedicarse a los dos empleos, ahorrar suficiente dinero y posteriormente retomar su carrera.
Estaba muy comprometida con sus actividades, trataba siempre de hacer su trabajo de la mejor manera, y darle una excelente atención a cada cliente. En uno de sus turnos en Noi Thai Cuisine tuvo la oportunidad de atender a una agradable pareja australiana que fueron desde el primer momento muy amables con ella.
“Me preguntaron de dónde era y les expliqué que me había mudado por estudios pero que tenía deudas y no podía volver a la universidad porque no podía permitírmelo”, explicó Cayla.
Fue una interacción amena y agradable, realmente unos clientes fuera de lo común. Pero cuando se despidieron le dejaron a Cayla una propina de cuatrocientos dólares, un monto muy por encima del que habían consumido.
“Nunca me habían dado una propina tan alta”, dijo la afortunada mesera.
La camarera quiso agradecerles y ya se habían retirado. Pero recordó donde se estaban alojando porque lo habían mencionado en la conversación que sostuvieron. Entonces, se le ocurrió escribirles una nota de agradecimiento y hacérselas llegar al hotel con un ramo de flores.
Al día siguiente, la pareja se presentó de nuevo en el restaurante, pero Cayla jamás se imaginó lo que tenían que decirle. Habían llegado al común acuerdo de ayudar a la joven para que continuara estudiando en la universidad; se ofrecieron a pagar la deuda que había dejado pendiente Cayla, los respectivos saldos y la totalidad de la matricula restante.
Se trataba de un monto de diez mil dólares, la joven les manifestó que era demasiado, pero ellos insistieron. Y de la forma más inesperada Cayla regresó a la Universidad de Hawái a cursar su carrera de negocios, sin las presiones económicas del pasado. Solo quería culminarla para que sus benefactores sintieran que realmente valió la pena.
“Quiero hacer que se sientan orgullosos. Tomaré esta oportunidad y trataré de ser mejor persona cada día”, afirmó la joven.
La vida le cambió en un abrir y cerrar de ojos a Cayla, y sin dudas, le sacará todo el provecho a esa gran oportunidad.
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