La crisis mundial producida por el brote de COVID-19, nos ha sumido a todos por igual en un caos sanitario, social, económico y emocional sin precedentes en los últimos tiempos. Como sabemos, México no ha escapado a esta cruda realidad, registrando hasta el momento más de 250 mil casos de personas infectadas y más de 27 mil fallecidos por la enfermedad.
En este país se vive una situación verdaderamente compleja, con una tasa de desempleo que aumenta vertiginosamente con las horas, escasez de productos y, evidentemente, el fantasma de la hambruna reinando y haciendo estragos entre la población azteca.
Pero, en medio de las malas noticias siempre hay un resquicio por donde respirar aires de esperanza. La historia de Luis Ángel no hará menos que tocarte el corazón, como lo ha hecho con miles de personas que se han sensibilizado con la nobleza y solidaridad demostradas por este sensacional jovencito de apenas 11 años.
El pequeño, cuyo mayor sueño es ser militar, se apostaba en las calles de la capital, cargado con todos sus juguetes favoritos, dispuesto a venderlos para obtener dinero y así poder paliar el hambre en tiempos de pandemia. Así, sus más valiosas pertenencias fueron desapareciendo de su vida.
Su caso de inmediato tocó las fibras más sensibles de la opinión pública y rápidamente le dio la vuelta al país, llegando incluso a ser el tema de un reportaje realizado por un importante grupo periodístico, en el que Luis Ángel contó que lo que más deseaba era formar parte del ejército de la nación.
Lo que el joven no sabía es que, a raíz de esto, no mucho después iba a recibir la mayor y más emocionante sorpresa de su vida de parte, por cierto, de aquellos que más admiraba.
Un buen día, una unidad del ejército nacional de México, encabezada por la famosa soldado Alexa Bueno y el sargento Bravo, visitó a este niño en una sigilosa misión.
El objetivo de la misma era sorprender y sacarle una sonrisa al joven con una noticia increíble: un pequeño kit conformado por diversos artículos del Ejército y la Fuerza Área, incluyendo una película, una taza, una lámpara, una playera y un sinfín de cosas más.
Además, se aseguraron que tanto él como Susana, su madre, recibieran una despensa llena de alimentos de la canasta básica. Lo encontraron en su punto donde intercambiaba sus juguetes por comida. Definitivamente, la mejor retribución para el grupo de militares fue la felicidad que iluminó el rostro del valiente Luis Ángel.
“La felicidad en la cara de este niño fue nuestro mejor pago. Nos sentimos orgullosos”, afirmó Alexa.
Por último, antes de irse, le hicieron la entrega de una boina, como la que utilizan en la Brigada de Fusileros Paracaidistas, y un chaleco confeccionado especialmente para él. Para cerrar la jornada, llevaron al niño y a su madre hasta su hogar, escoltados por un vehículo oficial del ejército.
“Qué felicidad la del pequeño. Llega a ser contagiosa”, dijo el sargento.
Ojalá y alguien le pueda ayudar, no con comida, porque afortunadamente ya mucha gente lo ha apoyado con despensa, sino con juguetes, o figuras coleccionables para que pueda recuperar algo de su tesoro perdido.
Comparte esta historia con tus seres queridos y transformemos la solidaridad en pandemia.