Graciela Batalla Gómez y Félix Vallejos son una pareja de jubilados que residen en un barrio de Barracas, en Argentina, pronto se mudarán a Palermo. Ellos son parte de la población de riesgo ante la pandemia de coronavirus, que hasta el momento ha dejado a 167 mil pacientes contagiados y 3.059 fallecidos.
Desde que el gobierno argentino decretó el aislamiento social, Graciela y Félix se preocuparon porque no tienen familiares cerca que los ayuden a abastecerse.
“Mis dos hijos están en Europa desde hace 30 años. Y los hijos de mi marido, uno vive en San Luis y los otros en la provincia de Buenos Aires”, contó Graciela, quien es médico.
Ella tiene 70 años, es jubilada, igual que su esposo, a finales del pasado mes de marzo ella fue la que se comunicó llamando a la línea telefónica del gobierno para pedir ayuda.
Así fue como la pareja fue asistida por el sistema Mayores Cuidados, un programa enfocado a ayudar a la población de riesgo que no puede salir de sus casas ni siquiera para ir a la farmacia o pasear a sus mascotas.
La organización cuenta con 39.868 voluntarios, uno de ellos es Roberth Calla Soto, un joven voluntario que apareció en sus vidas para ayudarlos a satisfacer sus necesidades durante la cuarentena.
En esa localidad 16.721 adultos mayores solicitaron ayuda durante el confinamiento.
Roberth tiene 32 años, nació en Perú y desde hace una década vive en Argentina. Él se inscribió en un programa para ofrecer sus servicios como voluntario y ayudar a quienes lo necesitaran.
“Me enteré a través de Internet y me pareció una idea muy buena ayudar a las personas mayores, poder darles una mano. Me gusta sentirme útil. Una vez quise sumarme a un voluntariado de comedores, al final no se concretó”, relató.
Roberth vive a pocos metros de distancia de la pareja de jubilados que asiste, rápidamente crearon un vínculo de amistad.
“Al principio tenía mis dudas, pensaba que me podía tocar una persona irritable o con un carácter distinto al mío. Pero no: con Graciela y Félix hubo una química increíble, me sentí muy cómodo con ellos. Congeniamos muy bien”, relató el joven.
Graciela dijo que Roberth es muy atento con ellos, que siempre los llama y está dispuesto a ayudarlos en cualquier momento. Incluso cuando él comenzó a trabajar en una fábrica metalúrgica hace mes y medio continuó pendiente de ellos.
“Nos hizo favores los sábados, los domingos, los días de lluvia. Tiene una gran voluntad y le puso tanta fuerza a los que necesitábamos que realmente quedé maravillada. Fue una mezcla de nieto con voluntario de primera. Nos cayó del cielo”.
Tanto Graciela como su esposo están complacidos de haber contado con la ayuda de Roberth en un momento tan difícil en el que el temor y la incertidumbre se apoderaron de los ciudadanos.
“Es una persona muy educada, muy buena gente. Hasta llamó a mi marido en su cumpleaños y le regaló unos llaveros de Perú que guardamos con cariño. Espero que toda la gente haya tenido la misma suerte que nosotros con Roberth, lo consideramos de la familia”, agregó ella.
El programa de asistencia para mayores tiene como objetivo que los voluntarios se involucren en su labor. “El 85% de los contagiados por el virus hasta hoy son menores de 60 años. Esto nos dice que los adultos mayores se están cuidando y en esto juegan un rol fundamental los voluntarios que los están acompañando. Nos llena de orgullo ver el vínculo que se genera y el espíritu de solidaridad. Hoy más que nunca, con una mayor circulación del virus, les pedimos a los adultos mayores que se queden en casa. Estaremos para apoyarlos en todo lo que necesiten”, dijo Felipe M. el jefe del gabinete de gobierno de Barracas.
Se estima que la pareja se mude la semana que viene, aseguran que quieren seguir en contacto con Roberth.
“Ha sido una compañía muy valiosa. Valoro sobre todo el afecto, las ganas con las que nos ayuda, siempre con una sonrisa. Cuando termine todo esto voy a hacer una cena, lo invitaremos a comer a él y a su esposa”.
La cuarentena ha afectado de forma distinta a la población, los más chicos y adolescentes tuvieron que estudiar a distancia y perder la oportunidad de recrearse y socializar.
Muchos adultos perdieron sus empleos, otros tuvieron que trabajar desde casa y buscar formas de entretener a sus hijos y apoyarlos en la educación.
Los mayores tuvieron que lidiar con la soledad y el encierro, un aislamiento muy duro.
La labor de Roberth y todos los voluntarios que han ayudado en esta época a los mayores es muy valiosa. Aplaudimos su generosidad y recordamos la importancia de ayudar al que lo necesita, compártela.