Desde que la pandemia del coronavirus amenazó no sólo con arrebatarnos la vida de nuestros seres queridos, sino la «normalidad», algunos países se vieron en la necesidad del cierre de toda actividad comercial y académica.
En muchos lugares, los pequeños de la casa también fueron los verdaderos héroes, que teniendo que renunciar a socializar con sus compañeritos y al sistema formal de educación presencial, terminaron sus clases vía on line, en medio del encierro y el desconcierto, difícil de entender para su corta edad.
Sin embargo, del otro lado de esta dura realidad, surgen otos héroes sin capa, como son algunos abnegados profesores. Esta es la historia de uno de ellos, que está tocando millones de corazones alrededor del mundo.
Gerardo Ixcoy, mejor conocido como «Lalito», es maestro en Santa Cruz del Quiché, Guatemala
Tal como dice el dicho «Si la montaña no viene a Mahoma, Mahoma va a la montaña», para este docente el coronavirus no fue obstáculo alguno para seguir impartiendo sus clases a sus alumnos, aun cuando no contaba con ningún recurso tecnológico.
No hay nada que el ingenio no lo logre cuando lo que nos mueve es el amor
Un día los vecinos de la comunidad lo vieron aproximarse pedaleando una aula móvil improvisada, que contaba hasta con una pizarra y un panel solar que alimenta un reproductor de audio. Era la solución perfecta para que todo alumnito que quisiera lo pudiera escuchar.
Fue así como Lalito, mañana a mañana, visitaba las calles de la comunidad, y se estacionaba frente a las humildes casas de sus estudiantes, para con todo el amor y la paciencia, impartirles sus lecciones.
Académicamente, no se puede comparar a lo que ellos recibían de su maestro cuando el virus no existía. Pero el gesto de Lalito, es por mucho, lo más conmovedor de la pandemia.
Los niños esperan con ansias para saludar a Lalito y aprender algo nuevo cada día
«El maestro Lalito solo viene un rato para enseñarme, pero aprendo mucho», asegura Óscar Rojas, de 11 años.
Pero las estampas conmovedoras que se presencian en ese rincón de Guatemala se cuentan por decenas. No es sólo el gesto del profesor lo que causa admiración, también emociona lo agradecidos que se muestran los padres. Así lo relata Lalito:
«Un día, la madre de un estudiante me dijo que no tenían comida. Cuando terminó la clase y comencé a alejarme en mi triciclo, ella me llama y con una mirada de agradecimiento dice:
«Maestro, me dieron algo de comida, quiero compartir la mitad con usted»
Lalito, de 27 años, además es muy consciente de que su salud podría estar en riesgo, o él perjudicar a las familias si no vive el distanciamiento. Así que usa un trapeador de esponja para recordar a todos la separación física prudente.
Es común ver a Lalito pedalenado entre los campos de maíz para seguir con su misión
Pero a pesar de su esfuerzo, incluso en ocasiones le resulta difícil que los niños comprendan los contenidos. Así le pasó con las famosas operaciones con fracciones, que tanto dolor de cabeza puede suponer para algunos niños.
El maestro contó que les envió la explicación y la tarea por Whatsapp, pero nunca recibió respuesta. Cuando fue a las casas le dijeron que no tenían dinero para pagar datos de Internet para el teléfono.
El ingenioso profesor no tuvo otra opción que con una pizza cortada en pedazos explicar las fracciones, logrando que todos entendieran.
Sus niños son su mayor tesoro ¡Es admirable!
Si la labor de este héroe te ha conmovido no dejes de compartirla en tus redes para que a nadie se le ocurra decir ¡No puedo!