La pandemia de COVID-19 ha empeorado generando a su paso una crisis económica que ha causado que muchas personas pierdan su empleo y no puedan sustentar a su familia. Como consecuencia, millones de niños en todo el mundo se han visto en la necesidad de dejar sus estudios y trabajar para aportar al ingreso familiar.
Esta es la historia de Teresa de Jesús, una humilde niña que se ha resignado ante la idea de que no tendrá su anhelada fiesta de 15 años, no volverá a la escuela y tendrá que trabajar para apoyar a su familia.
En México, vive Teresa de Jesús, sexta hija de los Rojas Zavala, que cumplió 15 años el 13 de agosto y que, como en muchas otras ocasiones, no pudo celebrar debido a la falta de dinero.
“Mi hija [Tere] se sienta al lado mío y me pregunta: Mamá, ¿me vas a hacer mis 15 años, mi comida?’, y eso es lo que más me duele. Le pido que me tenga paciencia porque de verdad no tengo. Yo sé que todas las jovencitas tienen la ilusión, pero con mi situación, no le quiero dar esperanzas”, confesó Clara, mamá de Teresa.
La situación económica de la familia ha sido precaria por mucho tiempo. Teresa sufrió muchos meses los regaños de sus profesores por no llevar los materiales que pedían; el costoso uniforme, hojas de color, etc.
En vez de apoyarla, la sancionaban y bajaban calificaciones. Incluso se negaron a darle su credencial de estudiante por no pagar la colegiatura de casi 40 dólares que pedía la escuela pública.
Fue durante la cuarentena por coronavirus que la familia dejó de generar los pocos ingresos que tenía y Teresa decidió abandonar el primer año de secundaria a pesar de su gusto por la Historia y Geografía.
“Yo fui la que decidió. Les dije a mis papás que ya no quería estudiar porque no tenemos mucho dinero y cuando les pido, se enojan o se ponen muy malos conmigo. Mejor ya no quiero estudiar”, relató Teresa.
Sin embargo, tiene la esperanza de volver a la escuela tras encontrar un trabajo fijo que le permita entrar en el sistema abierto donde sólo tendrá que pagar menos de 1 dólar por examen.
Teresa comparte su habitación de paredes de madera y piso de tierra con su pequeña hermana María Guadalupe que cumplirá 12 años y que también se ha visto en la necesidad de trabajar; vende dulces en la tienda de su abuelita, gana poco más de 1 dólar diario.
María tiene la ilusión de pasar al sexto grado de primaria cuando pase la contingencia. Sin embargo, desconoce sus calificaciones y no ha tenido contacto con su maestro y compañeros pues carece de ordenador, Internet y televisión.
Nos rompe el corazón
“No he estudiado ni me he comunicado con mi maestro ni mis compañeros. Tenía teléfono pero se me descompuso. Me siento mal porque no he aprendido nada”, mencionó María.
Es muy triste ver que la salud, bienestar y aprendizaje de millones de niñas y niños alrededor del mundo esté pendiendo de un hilo, es por ello que debemos ayudar a las familias pobres y proteger a los niños más vulnerables, para que puedan crecer libres de privaciones. Ningún niño en el mundo merece ver sus derechos vulnerados.
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