Robert DuBoise tenía 19 años cuando fue condenado a cadena perpetua por un crimen que no cometió. El suyo no es un caso aislado, de hecho, son muchas las historias de inocentes que terminan presos, producto de un sistema policial y judicial lleno de lagunas y retrasos procesales.
Pero, por fortuna DuBois resistió los 37 largos abriles que tuvo que permanecer a la sombra, sin más compañía que un catre mohoso y cuatro asfixiantes paredes; ahora, tras hallarse una muestra de ADN perdida desde 1983, fecha en la que fue inculpado por los delitos de forzamiento de una joven mujer y homicidio, Robert está a punto de recobrar su libertad.
Los resultados de las pruebas arrojaron que el ADN de DuBoise no estaba presente, pero sí el de otros dos hombres, por lo que la Fiscalía asumió que las pruebas para inculparlo en aquel entonces fueron “muy limitadas y poco fiables”.
Por su parte, Andrew Warren, fiscal estatal de Hillsborough, Florida, Estados Unidos, solo se limitó a hacer públicas sus disculpas al inocentemente acusado de 55 años, “en nombre de todo el sistema judicial”, después de que las evidencias encontradas fueran nulas.
“No podremos devolverle el tiempo que perdió condenado injustamente, la familia de la víctima, Barbara Grams, merece tener la verdad, y esta nueva evidencia ayuda a revelar esa verdad a todos nosotros”, aseguró el fiscal.
El hecho por el cual fue imputado sucedió cuando Bárbara Grams, también de 19 años para la fecha, fue encontrada con signos claros de haber sido atacada en el camino que conducía desde su casa hasta su trabajo en un centro comercial de la ciudad de Tampa, en Florida.
Una presunta marca de dientes en el cuerpo de la occisa, así como el testimonio de un informante de la policía fueron suficientes para condenar de por vida a este hombre, quien tras conocer el oscuro abismo de la prisión durante más de tres décadas, recién dejó el Instituto Correccional Hardee, en Bowling Green, Florida, a los 56 años.
Finalmente, el juez de la causa, Christopher Nash ordenó la liberación inmediata de Robert. Por su parte, su madre y hermana estaban a la hora justa de su salida de la prisión y ambas corrieron hacia él para fundirse los tres en un emotivo abrazo.
“De ser un ‘delincuente, ahora es un ciudadano común, además de que pasó en el penal prácticamente el doble de años de los que había vivido en libertad, y eso no es algo fácil de sobrellevar, perdió la oportunidad de ir a la universidad, de salir de fiesta durante toda su juventud, de conocer a una chica, tener una familia, un empleo, etc…”, dijo la madre.
Para Robert, todo ha cambiado. La ciudad ya no es la misma, la mayoría de sus buenos amigos se han ido del vecindario o han pasado a otro plano. De verdad que es muy difícil imaginar cómo transcurren sus días ahora.
Sin embargo, en su infinita nobleza este hombre no guarda resentimientos contra quienes se equivocaron en su caso, pero, además, mira con fe y esperanza indoblegables al horizonte de su próximo futuro cercano.
Hay errores que pueden ser muy costosos, y que incluso pueden arruinar toda una vida. No hay riqueza en el mundo que pueda honrar la humillación, la indignidad y la barbarie que una persona puede ser obligada a vivir injustamente, por culpa, muchas veces, de un sistema débil, falible y, por desgracia, corrupto.
Comparte esta aleccionadora historia con tus familiares y amigos. Este hombre nos demuestra el valor de no dejarnos vencer por el rencor, y ser agradecidos.