Desde mediados de marzo de este inusual e inesperado año 2020 la mayoría de las escuelas y universidades de todo el planeta permanecen cerradas. La pandemia de coronavirus detuvo todas las actividades, entre ellas, las clases presenciales, para evitar la propagación del virus.
Si algo ha dejado al descubierto esta coyuntura mundial son las profundas brechas sociales relacionadas al nivel económico y el acceso a la tecnología por parte de muchos alumnos quienes, muchas veces deben enfrentar grandes desafíos para mantenerse en combate contra la ignorancia y llegar a ser hombres y mujeres de bien para el futuro.
Alma es una pequeña de tan solo diez añitos de edad quien también se vio inmersa en el dilema de aprender, a pesar de las adversidades.
Todos los días salía corriendo hacia la casa de su tío para pedirle el teléfono móvil prestado, poder estudiar “a distancia” y no seguir perdiendo sus clases; pasaba hasta 3 días sin saber de sus asignaciones.
El centro de estudios de Alma
Llena de un deseo inmenso de superación, Alma improvisó su propia aula a partir de una tabla raída, a modo de escritorio, y las carcasas de dos televisores descompuestos. En este lugar humilde, pero suyo, recibía sus clases como podía, ya que necesitaba de un dispositivo telefónico propio para para enviar y recibir tareas con fluidez.
“A veces no está mi tío y se lleva el teléfono. No puedo tomar clases. A veces, pierdo tres días de clases”, relató Alma Rodríguez.
El problema es que cada falta a clases cuenta en negativo, y poco a poco le han ido sumando más inasistencias en los diversos pases de lista virtuales, dada su imposibilidad de hacer presencia en el salón online lo que, incluso ocasionó que la bajaran de grado escolar.
“Me levanto a las 8, bien temprano para ir por el teléfono, desayuno algo y comienzo a hacer las tareas”, relató la pequeña alumna.
Para colmo de males, su madre, la señora Martha, tuvo que dejar su empleo para dedicar más tiempo a la educación de su hija, una decisión loable, pero que acarrea consecuencias trágicas en la economía de esta familia.
Martha lamentaba que la grieta digital no fuese su mejor aliada, sin embargo, cuál no sería su sorpresa al enterarse de que el auditorio del programa Telediario había donado un teléfono móvil y fue su pequeña Alma, precisamente, la afortunada.
Alma y su mamá con su nuevo medio para el estudio en línea
De ahora en adelante, esta valiente niña podrá continuar sin problemas su aprendizaje, ya que no tendrá que abandonar el confinamiento todas las mañanas y exponerse al virus tan solo para ir en busca de un medio prestado para poder comunicarse.
Con su nuevo dispositivo hará sus tareas sin problemas y de seguro recuperará el tiempo involuntariamente perdido. Martha no cabe en su felicidad y la maestra ya no va a estar enojada con Alma. Una preocupación menos en la que Alma deberá pensar, gracias a esa calma tan necesaria podrá enfocarse en regularizarse.
Ojalá que logre encontrar también ayuda para su madre ya que ese, es otro factor económico a resolver en su humilde hogar.
La resiliencia es el arte de rehacerse en relación directa con el otro para superar las dificultades. A mayor adversidad, mayor resiliencia. Comparte esta historia ejemplar con tus familiares y amigos.