Desde hace un par de meses, varios países han comenzado a repartir las primeras dosis de vacuna contra el COVID-19. Después de más de un año de pandemia, muchos han recobrado la esperanza de que este importante avance ayude a salvar vidas.
Lamentablemente, el transporte de la vacuna no siempre es tarea sencilla. Muchas zonas alejadas de la civilización parecen quedar simplemente ignoradas. Varios habitantes de Alaska, en la zona conocida como Last Frontier; se encontraban ante una enorme incertidumbre.
Pocas personas llegan hasta allá y no sabían si los abuelitos del lugar lograrían resistir el duro invierno antes de la llegada de vacuna. Afortunadamente, un equipo de valientes mujeres decidió tomar cartas en el asunto.
“Nos dijeron que no sería fácil, pero estábamos dispuestas a hacer cualquier cosa para ayudarlos”, dijo la Dra. Bengaard.
Dos enfermeras, una farmaceuta y una doctora emprendieron un impensable viaje para trasladar la vacuna y ayudar a las personas mayores de la zona.
“La logística es muy complicada. Debíamos asegurarnos de que la vacuna llegara en buenas condiciones y después dirigirnos a las diferentes aldeas. El tiempo es vital en estas situaciones”, dijo la farmaceuta Meredith Dean.
Para cumplir con su propósito, tomaron un avión y después continuaron su camino en un trineo que era empujado por una moto de nieve. Las bajas temperaturas de la zona eran realmente difíciles de soportar y las valientes mujeres llevaban la vacuna protegida entre sus brazos y cubiertas por un abrigo para evitar que el contenido se congelara dentro de las jeringas.
El traslado dentro de Alaska suele ser muy complicado, pero en la época donde el invierno es mucho más fuerte, el agua se congela por completo y las motos de nieve se pueden utilizar con mayor facilidad.
“Para las familias era muy importante saber que las personas mayores estaban siendo protegidas. Sus antepasados habían sufrido la peste de 1918 y esta vez merecían recibir mejores atenciones”, explicó la doctora Katrine Bengaard.
Una vez que llegaron a Kotzebue, se dividieron para continuar llevando la vacuna hacia otras aldeas aún más lejanas. El viaje estuvo lleno de imprevistos, pero las astutas profesionales lograron vacunar un total de 65 personas mayores.
“Ha sido una oportunidad maravillosa trabajar con este equipo. Ha generado un impacto muy positivo”, celebró Meredith Dean.
Su travesía fue agotadora, pero están preparándose para poder regresar y vacunar a muchos otros habitantes que todavía necesitan de su ayuda.
“Vamos a seguir trabajando hasta asegurarnos de que todas las personas de la zona estén vacunadas”, dijo la Dra. Bengaard.
Las personas de la tercera edad pueden verse mucho más afectadas por el coronavirus. Es un alivio saber que fueron las primeras en recibir la protección de la vacuna.
La determinación y las ganas de ayudar de personas como ellas son las que necesitamos para poder afrontar estos tiempos tan difíciles. ¡Comparte!