El reto de vivir es una tarea constante. No creo que haya una sola persona en el mundo, por muy bendecido que sea, que pueda decir que su vida ha sido y es fácil. Cada persona vive según puede, pero hay algunas que adoran vivir con la adrenalina a mil y tomar riesgos, tal como la apasionada protagonista de esta historia.
María Florencia Mainet, de 37 años, nació en La Plata, Argentina. Pasó quince años de su vida laborando en una aburrida oficina como empleada administrativa. Un buen día, se hartó de su cotidianidad y se decidió a abrir sus alas y volar hacia un cielo de nuevas oportunidades.
Anhelaba viajar y estar cerca del mar más que cualquier otra cosa, pero no encontraba la manera de hacer su sueño una realidad. Se graduó como licenciada en Turismo, al tiempo que formaba parte del Ministerio de Seguridad. Sin embargo, no se sentía satisfecha con su vida.
“Estaba inquieta, incómoda mirando más allá, no quería quedarme encerrada entre cuatro paredes”, dijo Florencia.
Finalmente, Florencia logró, desde hace tres años cuando tomó la decisión de dejarlo todo por su sueño, con constancia y dedicación llegar a ser lo que es hoy: una azafata de yates de lujo surcando el océano.
“Durante muchísimos años lo soñé, pero no me animaba a dar ese paso, tenía miedo. Miedo de perder todo lo que había construido, al fracaso, a estar sola…”, relató Florencia desde Miami, donde actualmente trabaja.
Lo más fabuloso de todo es que, esa decisión le llevó a ganar 3 mil dólares como sueldo base, aparte de las propinas que obtiene preparando bebidas, café, té, o diversos canapés para los clientes.
Siempre se encuentra disponible y muy atenta a cada requerimiento. Dice que sus tareas varían y se adaptan a las necesidades de cada grupo de viajeros a bordo de la embarcación.
Florencia vive en un camarote que comparte con otra azafata, con pocos gastos que cubrir. Por lo general, tiene los fines de semana libres para hacer su vida privada, y es en esos días cuando aprovecha para hacer lo que más le gusta y la relaja: conocer las playas vírgenes, inaccesibles para muchos.
“Gastos, casi no tengo, porque duermo y como en cada barco. En verdad, soñaba con vivir en verano y estar cerca de una playa. Pasaban los años, y ese sueño volvía y me recordaba que mi destino definitivamente era otro, no podía irme de este mundo sin cumplir mis sueños y viviendo una vida que no quería”, dijo.
Fue en octubre de 2018, cuando por fin Florencia compró un boleto de avión con sus ahorros provenientes de su antiguo trabajo, así llegó a París, Francia, y comenzó a trabajar en un concurrido restaurant, y después en un prestigioso hotel ubicado en los Alpes franceses.
Para poder postularse al cargo de azafata, Florencia tuvo que aprender inglés, además debió aprobar un curso de seguridad náutica, que dura entre quince días y un mes. Título en mano, y con un poco de suerte, llegó la hora de alcanzar sus metas, y así lo hizo esta mujer admirable.
Florencia ya ha visitado las playas de toda la costa francesa, italiana y española, pero, además de África y el Caribe. Dice que cada día es un reto, y nunca sabe cuál será su destino en el futuro. Comparte esta historia con amigos.