Leah Paskalides ha trabajado durante años brindando asistencia a menores de edad que crecen en el sistema de los servicios sociales.
Cada niño con el que trabaja ha dejado una huella importante en su corazón, pero cuando conoció a Monyay no podía imaginar el papel tan importante que esta joven terminaría jugando en su vida.
Cuando tenía tan solo 11 años, Monyay quedó a merced del sistema. No tenía padres y se sentía aterrada sobre lo que le deparaba el futuro. Monyay pasó por diferentes hogares de acogida pero ninguno decidió adoptarla de manera definitiva.
Para ella esto resultó devastador y enfrentó su último año de escuela con el corazón roto. Monyay se graduó un año antes de lo esperado y desde entonces dedicó todo su tiempo a ser voluntaria en diferentes causas.
“Siempre fue una niña motivada por su futuro. No merecía pasar toda su vida sin un sistema de apoyo”, dijo Leah.
Estaba a punto de convertirse en mayor de edad y no podía imaginar cómo emprender la vida de adulta sin contar con el apoyo de una familia.
“Para mí era muy importante demostrarle que alguien la quería. Podía decirlo una y otra vez pero una acción vale más que las palabras”, dijo Leah.
Años atrás, cuando Leah conoció a Monyay, no se llevaron muy bien. Monyay era tan sólo una niña, pero no se sentía nada feliz con la trabajadora social y toda la ayuda que ella intentaba brindarle.
En tan solo unos meses, su relación comenzó a cambiar. Formaron una gran amistad y en más de una ocasión Monyay le confesó a Leah que deseaba que ella la adoptase.
Lamentablemente, esto era imposible debido al conflicto laboral que significaría para Leah.
“Pensé que no podía adoptarla hasta que vi en un documental la historia de una persona que había sido adoptada como adulto. Nunca antes lo había escuchado”, dijo Leah.
Cuando Monyay cumplió los 19 años de edad recibió el regalo que tanto había esperado: una familia.
El momento en que el juez declaró a Leah como su madre la conmovió hasta las lágrimas y está dispuesta a disfrutar al máximo todo ese cariño que tanto se merece.
“Muchas veces me dijeron ‘no’. Cuando finalmente escuché que la nombraban como mi mamá sentí: ‘No puede ser. Esto es real’”, dijo Monyay.
La joven había perdido toda esperanza de conseguir una familia pero ahora contará con un hogar y podrá llamar mamá a esa persona que nunca dejó de luchar por ella.
“Nunca es demasiado tarde. Soy una persona adulta pero me adoptaron”, dijo Monyay.
Leah y Monyay quieren dar a conocer su historia para recordar al mundo entero que nunca es demasiado tarde para formar una familia. Puede que no compartan la misma sangre pero el nexo que han forjado es verdaderamente inspirador. Ellas mismas tomaron la decisión que serían madre e hija.
¿Qué opinas de esta inusual adopción? Une tu vez y comparte esta inspiradora historia.