Muchos niños han tenido que enfrentarse a la nueva realidad de la educación a distancia y, tristemente, muchas familias no estaban preparadas para ello, debido a que no cuentan con las herramientas digitales necesarias o en sus comunidades no hay Internet.
Pero, cuando realmente se quiere avanzar en la vida, no hay nada imposible de sortear y vencer, siendo los padres los primeros en demostrar que el amor a la familia no conoce límites. Tal como hizo un abnegado padre en Estrela Velha, Brasil, para que su pequeño hijo de 11 años pudiera continuar sus estudios.
Y es que, además de tener la pandemia como obstáculo para seguir con sus clases, Alan Somavilla, de 11 años, tuvo que enfrentar otro problema: la falta de Internet que obligó a su padre, Odilésio, a construir una carpa con madera y una humilde cubierta plástica en medio de una finca para que pudiera recibir la señal y asistir a sus clases virtuales.
La familia de Alan vive en una zona rural de la ciudad de poco más de 3.600 habitantes. Alan es uno de los pocos estudiantes de la región. Está en sexto año de primaria en la Escuela Estatal de Itaúba y, hasta hace poco, su hogar no contaba ni siquiera con un teléfono.
“Compramos un teléfono para tener acceso a Internet, pero como la señal en casa no llegaba bien, tuve la idea de hacer la carpa aquí cerca de la finca donde trabajamos y la señal es mejor.
Construí la carpa con trozos de madera y puse un lienzo en el exterior para cuando, si hace frío o llueve, Alan pueda venir a estudiar. Nosotros, como padres, ayudamos tanto como podemos”, dije Odilésio Somavilla.
El inocente Alan ahora se encuentra adoptándose a una nueva forma de aprendizaje, en la que su escuela le proporciona material didáctico impreso. Sin embargo, para seguir las explicaciones de los profesores, necesita acceder a las clases en la plataforma Google Classroom.
“Es un lugar con muchas colinas, donde la señal de Internet es mala y, en muchos de estos lugares, inexistente. Hay estudiantes que necesitan pedir dinero prestado a los vecinos, escalar colinas, trepar árboles”, señaló la directora de la escuela Itaúba, Giovana Dalcin.
La directora Giovana era la maestra de Alan y, hablando con su padre, se enteró de que la casa donde vive el niño está lejos de la escuela, y de la casa de su tía para asistir a clases en línea. La solución de la familia fue comprar un teléfono usado, ya que un ordenador portátil es más caro, y también adquirieron un plan de saldo limitado de solo 3 dólares.
“Vengo aquí para seguir las explicaciones de los profesores, las clases, porque antes ni siquiera tenía el teléfono”, dice Alan.
Gracias al apoyo incondicional de su familia, ahora Alan podrá seguir estudiando y preparándose para ser un gran profesional en el futuro.
¡Enhorabuena por esta gran familia que no se deja vencer por la adversidad!
No te vayas sin compartir esta hermosa historia con todos tus amigos y recuerda que no hay nada imposible.