Megan Collar es una dedicada madre de familia que esperaba con ansias la llegada de su hija. Ya se había convertido en madre de dos hermosos niños llamados Cayden y Franklin.
Cuando recibió la noticia de que finalmente tendría una niña, lo celebró por todo lo alto. En julio del 2017, nació Piper Winifred.
Desde el primer día formó un nexo muy especial con Cayden, su hermano mayor. Él adoraba cuidarla, alzarla y la trataba con muchísima delicadeza.
Todo parecía marchar de maravilla pero en mayo del 2018 la bebé comenzó a vomitar una y otra vez.
Al principio, pensaron que se trataría de una simple indigestión. Sin embargo, comenzó a tener una fiebre muy alta y decidieron acudir al médico.
El doctor la encontró demasiado pálida y le envió antibióticos para lo que creían que era una infección en el oído.
Un mes después, los vómitos continuaron pero Megan fue rechazada en el hospital y le aseguraron que era un simple virus.
Megan sentía que algo no andaba bien y ese mismo día encontró un extraño bulto en su hija. El médico de cabecera dijo que su hígado estaba inflamado.
“Un doctor me explicó que la única razón por la que su hígado podía estar inflamado era VIH, hepatitis o cáncer. Las primeras dos eran poco probables porque yo había dado negativo en el embarazo”, explicó Megan.
Fue entonces cuando comenzó una terrible pesadilla. Con tan sólo 11 meses, Piper fue diagnosticada con neuroblastoma. Es una de las formas de cáncer más comunes en los niños. Estaba en etapa 4.
Se había extendido desde la glándula suprarrenal al hígado, los ganglios linfáticos, el abdomen, la cavidad torácica y los ovarios.
A la mañana siguiente, Piper recibió su primera cirugía para realizar una biopsia y esa misma tarde comenzó quimioterapia.
Durante un tiempo, el tratamiento parecía dar resultados pero la pequeña Piper no paraba de tomarse el estómago y decir “Ouch”.
El cáncer había regresado y una de las cosas más difíciles que tuvo que hacer Megan fue explicarle a sus hijos que la dulce Piper se iría al cielo.
“Cayden dijo que le hiciéramos sopa para que se curara y que buscáramos un nuevo médico. Eventualmente entendió que no podíamos hacer nada más. Fue lo más difícil”, dijo Megan.
Pocos días antes de su segundo cumpleaños, la dulce Piper perdió la vida. Su madre y su padre la abrazaron con muchísimo amor y la acompañaron hasta su último aliento.
Para Cayden, que en ese entonces tenía 5 años; la pérdida resultó muy dolorosa pero participó en el funeral porque quería acompañar a su hermanita hasta el último momento.
No fue fácil explicarle que se despedirían para siempre, su carita de tristeza en la ceremonia fúnebre conmovió a todos los presentes. Ningún niño merece sufrir así, es muy injusto que el cáncer afecte a tan inocentes ángeles.
Acompañamos a la familia Collard en estos momentos tan dolorosos. Esperamos que siempre recuerden a Piper con su enorme y contagiosa sonrisa.