Hay historias de personas comunes y corrientes, como tú y como yo, que nos hacen entender tantas cosas que desapercibimos, de las que nos quejamos, a veces, como, por ejemplo, la edad. Nuestra siguiente historia te hará ver que la edad es tan solo un número, lo que importa es la actitud con la que vives.
A Demetria Euán sus años no la detienen, incluso a sus 88, hace solamente lo que le dicta su corazón, es alegre y muy querida por todos en Tizimín, Yucatán, México. Pero, no se crean, además es una presumida, doña Mechita, como la llaman cariñosamente.
Y es que, le encanta demostrar su destreza para treparse a los árboles. Toda su larga vida transcurrió en el campo. Acostumbrada a sembrar y cosechar los bondadosos frutos de los árboles, halla su felicidad entre las ramas y la sombra de los caimitos que la abrazan.
“Los vendo, los frutos de caimito, me subo a la mata, lo bajo, lo vendo, para mi comida”, dijo doña Meche.
Así, sin límites de edad, sin más, a paso firme, la abuelita de origen maya avanza hacia los árboles paridores de caimitos, y con una extraordinaria habilidad coloca sus pies sobre el tronco, se abraza a este, con la espalda sobre una pared, y comienza su ascenso, poco a poco, hasta llegar a los frutos.
Para doña Mechita, los árboles de caimito son sacrosantos. Los ama y venera, los cuida con suma dedicación. Dice que, no solo le brindan su sustento diario, sino que, es allí, estando entre ellos, donde realmente se siente segura y feliz.
“Soy feliz con mi padre, con mi rey, eso da mi vida, fuerza, mi señor, ahorita, único, mi esperanza, a mi rey (…) Me subo, ‘señor voy a subir la mata, el fruto, para mi comida, papito cuídame, en tu brazo estoy’; me bajo, me subo, voy a vender”, dice contenta Demetria, doña Mechita, en su atropellado español.
A pesar de que su marido murió hace 10 años, la octogenaria no está sola. Dos de sus hijas y sus nietos la cuidan con cariño. Pero, ella es muy terca, no hace caso. Nadie puede evitar que continúe su escalada hacia los árboles. Doña Meche es demasiado trabajadora.
“Mi mamá siempre ha sido muy trabajadora, hasta ahorita, ella se levanta a las 5 de la mañana y ya se pone a barrer, a regar, a limpiar, es el trabajo de ella, limpiar su terreno, ahorita es una persona muy alegre”, explicó Amalia Sánchez, una de las hijas de Doña Mechita.
Amalia se cansa de regañarla por subirse a cada rato a las matas, sobre todo cuando están más cargadas de frutos. Sin embargo, ella continúa recolectándolos para venderlos por las calles de su terruño querido, Tizimín, en Yucatán.
Sus vecinos la conocen y la quieren mucho. Pero, aunque la cuidan y la ayudan en todo saben que, incluso siendo de la tercera juventud, tiene el valor de ser feliz haciendo lo que más le gusta, es capaz de valerse por sí misma, y más.
Reconocida por su entusiasmo, su bondad y honestidad, le deseamos muchos años más de vida y felicidad a la inigualable doña Mechita, ejemplo de fortaleza. Comparte esta hermosa historia con tus familiares, amigos y seres queridos.