Agustín Argüello aprovecha la noche, cuando la ciudad de Buenos Aires duerme y su hija y su mujer descansan en sus camas, para crear maravillosos instrumentos musicales.
Pero Agustín no es cualquier luthier, sino un músico de 29 años que encuentra sonidos donde nadie los había buscado. O ni siquiera imaginado.
Quizás todo comenzó cuando era pequeño y tenia una obsesión por desarmar todo y comprender cómo funcionaban las cosas. Primero fueron sus juguetes, que fueron estudiados en profundidad, pero luego otras máquinas o aparatos. Pero cuando ya tenía 8 años y asistía a una escuela con orientación artística, descubrió su pasión.
Primero fueron las guitarras. Lo obsesionaban. “Tenía instrumentos que eran baratos entonces cuando algo se les rompía los arreglaba yo. A medida que fue pasando el tiempo, ya no sólo me dedicaba a arreglarlos sino que también empecé a probar distintas cosas para cambiar su sonido. Por ejemplo, me compraba una guitarra, le sacaba toda la electrónica y la modificaba para que sonara como yo quería”, cuenta Agustín.
Agustín y una de sus creaciones
Siempre quiso saber qué tenían dentro los objetos que miraba
Con un envase de crema de su abuela, creó un pedal para guitarra
Agustín leía todos los libros y tutoriales pudo encontrar en Internet y consultó con todos sus amigos luthiers. Quería saber cómo funcionaba el instrumento, pero también cuidar su estética y darle un aspecto único.
Su primer instrumento propio lo hizo con una caja de habanos vieja de su padre. “Ya conocía la Cigar Box Guitar. Es de origen afroamericano, de fines de 1800. En ese momento los que no podían comprar instrumentos agarraban un palo de escoba con una caja de habanos, le ponían una cuerdita y rascaban ahí. Además, hubo un blusero en los años 50 que se llamaba Bo Diddley que fue el primero que apareció con una guitarra eléctrica en el formato de caja de habano. Y hasta que se murió siguió tocando con esa guitarra”, explica.
Pero en el primer intento de construir esa guitarra, la tensión de las cuerdas rompió la madera en 12 pedazos. Después de restaurarla, siguió probando hasta que encontró la estructura que hacía funcionar el instrumento.
Entonces Agustín no dejaba de mirar cada objeto que encontraba para imaginarlo en instrumento musical. De esta forma, creó un amplificador con una caja de pinceles y un pedal para guitarras de un pote de crema viejo de su abuela.
Sus guitarras son únicas.
Como todos sus instrumentos, el diseño es especial.
Sus creaciones recorren las ferias de Buenos Aires.
Facebook Papperland
Hoy Agustín vende sus creaciones a través de su página de Facebook Papperland y recorre ferias para difundir su trabajo.
Sin embargo cree que todavía tiene una cuenta pendiente: “Mi sueño es tener un lugar donde puedan estar todas las cosas que yo pueda hacer para compartir con el que quiera ir a probarlas. Más allá de si pueden comprar o no los instrumentos, quiero que puedan ir, tocar y llevarse una experiencia”.
¿Qué te parecen las creaciones de Agustín? ¿Comprarías sus instrumentos? ¡Comparte sus originales creaciones!