Carlos Tena, alcalde de Cuauhtémoc, Chihuahua, México, venía tramando un plan para poner a prueba la solidaridad y la compasión de sus empleados. Él siempre ha sido un hombre reconocido por su sensibilidad hacia los más necesitados, su lucha por la justicia social y porque todos reciban el trato que merecen.
Fue por esto que con el propósito de ver cómo sus empleados tratarían a una persona de necesidades especiales, decidió hacerse pasar por un hombre en silla de ruedas que se presentó en las instancias municipales para solicitar ayuda.
Para tal efecto, Tena simuló tener una lesión en el rostro, por lo que se vendó parte de la cara, usó lentes oscuros, vistió una sudadera y un gorro, y llevaba una manta para cubrirse las piernas mientras permanecía sentado en la silla de ruedas.
En complicidad con otra persona, el pasado jueves se presentó en la Dirección de Desarrollo Social para solicitar una despensa (un bono a manera de vale para poder adquirir los alimentos que algunos comercios los aceptan como moneda de pago). Pero para decepción del alcalde, recibió el peor de los tratos.
Sergio Sierra, coordinador de Comunicación Social del Ayuntamiento de Cuauhtémoc, relató más tarde que Tena se sintió menospreciado, a excepción de una empleada que le ofreció una gelatina. Todo esto, a pesar de que él mismo ha pedido a todo el personal que se trate bien a las personas, la que sea que llegue a solicitar algo.
No suficiente con eso, se dirigió a otra área, donde fue nuevamente rechazado. Esto definitivamente lo indignó, ya que muchas veces él personalmente se ofrece a ayudarlos cuando se encuentra con personas así, y lamentó que sus empleados no tuvieran interiorizado ese proceder, y fueran totalmente indolentes.
Cuando tuvo que ir a otra área, era preciso usar un ascensor, pero lo hicieron esperar mucho tiempo porque no encontraban al guardia que tenía la llave. Seguido de eso, pidió hablar con el alcalde, pero al comunicarle que no estaba, le dijeron que el único que le podía atender era el secretario, pero para eso debía esperar 30 minutos.
Cuando lo invitaron a esperar en un pasillo, entonces se puso de pie y todos quedaron en shock al descubrir que se trataba nada menos que del propio alcalde de la ciudad.
«Me dio coraje que las personas que están ahí trabajando y ganando un sueldo, traten mal a la ciudadanía. Les di su buena leída de cartilla y les dije que no quería volver a saber que trataran mal a alguien», dijo el alcalde en una entrevista a los medios.
Confesó que no dijo a nadie de su experimento y que decidió hacerlo porque «no sabía a quién creerle si al ciudadano o al compañero de trabajo». Su orden a los empleados había sido siempre clara: «No pido sólo que no traten mal a la gente, sino bien».
El proceder de este hombre es verdaderamente ejemplar, comparte esta noticia en tus redes para que ayude a crear conciencia.