Nunca podemos saber qué está pasando en la vida de cada persona que se nos acerca, y cuando alguien decide tener un gesto bondadoso con un desconocido, la vida a veces puede sorprenderlo mucho.
Esta es la historia de un niño que ama los aviones, soñaba con entrar en una cabina de vuelo y dos hombres le hicieron ese sueño realidad.
Pero ellos no sabían en qué magnitud estaban haciendo algo hermoso por ese chico.
Chad, uno de los hombres que formaban parte de la tripulación técnica del avión, es el narrador de esta conmovedora historia. Ha contado que iban de Atlanta a Macon en Nochebuena, es decir, que en vez de estar compartiendo con su familia estaba ayudando a que se produzca el encuentro de otras familias.
De repente escuchó un sonido tras él y vio a un chico asomado viendo la cabina de vuelo, cuando se dio cuenta de que lo pillaron empezó a retirarse.
Por fortuna Chad le dijo que se detuviera y lo invitó a acercarse. Le contó que desde pequeño ha amado los aviones, su sueño siempre había sido ser piloto. El niño le dijo «me llamo Sam», tímidamente, y se quedó observando con detenimiento todo lo que lo rodeaba, miró el asiento vacío y preguntó «¿ese es el lugar del Capitán?«, «sí, ese es», contestó Chad. Lo invitó a sentarse y el chico terminó aceptando la oferta.
¡Finalmente llegó el Capitán Jim! «Hola, compañero», le dijo. «No me importa que estés con nosotros un rato si me cambias el lugar». Sam le dio su puesto y Chad los presentó con gusto. Empezaron a tomar las previsiones para despegar, y permitieron que el chico se quedara allí viendo todo.
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Hubo una complicidad entre Chad y el Capitán Jim, en la que llegaron al acuerdo silencioso de que permitirían que el niño encienda los motores bajo su supervisión. Una vez que lo hizo, Sam se echó hacia atrás maravillado y el Capitán le dijo «ten una feliz Navidad, hijo». El chico se fue lleno de felicidad.
Al día siguiente en la mañana uno de los agentes de tripulación les contó que la mamá de Sam les había dejado una caja de galletas y una carta en agradecimiento. Resultó ser que ese adorable chico padecía de cáncer.
La carta dice así: «Gracias por permitirle a Sam ver su trabajo en la Nochebuena. Sam tiene cáncer y ha hecho quimioterapia en Memphis. Es la primera vez que está en casa desde que inició el tratamiento. Lo llevamos al hospital en coche, pero como ama los aviones decidimos ir volando. No sé si volverá a montarse en uno de nuevo.
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Su doctor dijo que solo le quedan algunos meses de vida. Siempre ha soñado con ser piloto. El vuelo fue muy emocionante para él, no tenía ni idea de que sería tan divertido, pero ustedes dos le dieron la mejor Navidad que ha podido imaginar. Por unos minutos su sueño se hizo realidad, gracias a ustedes.»
¡Qué conmovedora historia! Compártela con tus amigos.