Esta es la maravillosa historia de Brett Archibald, un sobreviviente que lo dio todo por aferrarse a su vida.
Luchó contra calambres debilitantes que le paralizaban su cuerpo, tiburones amenazantes, medusas, gaviotas y el peor enemigo de todos: la desesperanza y la desesperación.
Un grupo de medusas llamadas calaveras portuguesas cortaron su espalda con sus tentáculos venenosos como pequeñas hojillas.
“En ese momento pensé que moriría, al menos me consolaba pensar que sería rápido”.
Ese fue uno de los episodios más aterradores de su trance de 28 horas.
A pesar de eso, él no murió.
Sobrevivió para compartir su relato.
Un documental que cuenta su historia: “Solo: hombre al agua en el océano Índico”
Este hombre incluso intentó ahogarse a sí mismo como una forma de escapar el dolor y la desesperación de su situación.
“La experiencia me dio una nueva forma de ver la vida porque me dí cuenta cuán frágil es nuestra existencia”
Todo el tiempo había pensado que era un buen esposo, un buen padre, un buen hombre.
Pero con ese tiempo en el mar reflexionando sobre mi vida me dí cuenta de que no lo era.
Él iba perdiendo la sangre en sus extremidades y perdió 7 kilos
Pude haber hecho más, pude haber dado más, pude haber compartido más con mi familia; mi esposa y mis hijos.
Archibald se encontraba en un viaje de surf con sus amigos de la infancia, una tradición con la que celebraban los grandes momentos de su vida.
La comida del día anterior le había causado indigestión y resonaba una tormenta; angustiado Archibald subió a la cubierta del barco para tomar aire fresco.
Él había sufrido una intoxicación alimentaria, perdió el conocimiento tras desmayarse y cayó por la borda superior del bote que habían alquilado en Indonesia, estaba muy oscuro y llovía mucho.
El hombre de 55 años relata que recuerda vomitar en la orilla de la baranda y de repente un apagón.
Cuando volvió en sí fue como estar en un sueño.
Intentó sin éxito llamar la atención de sus amigos pero nadie pudo escucharlo, se encontraba en la estela del bote que se alejaba con demasiada velocidad.
Lo que siguió fueron 28 horas del más espantoso infierno imaginable.
Archiblad alternaba entre nadar y flotar para mantenerse sobre el agua.
La tormenta aún arreciaba contra las aguas. Al principio mantuvo la esperanza de que sus amigos despertarían y darían vuelta a la embarcación.
Pero pronto se dio cuenta de que pasarían 6 o 7 horas antes de que notaran su ausencia y 6 o 7 horas más antes de que empezara la búsqueda.
“Tenía que resistir por lo menos 14 horas para poder ser rescatado.”
Con dificultad trató de entretenerse mientras pasaban las horas, cantaba canciones, recitaba números telefónicos, tomaba agua de lluvia, manejaba compañías imaginarias, pero su ansiedad iba en aumento.
En ese momento comenzó a conversar con Dios.
Al principio fue una conversación violenta, llena de ira y acusaciones.
Archibald admite que no se atrevería a repetir los improperios verbales que surgieron de sus labios en aquellos momentos oscuros.
Pero poco a poco fue cambiando de actitud.
Se le ocurrió un mantra:
“No pienses, solo resiste.”
Y su ira pasó a ser una profunda reflexión de su vida hasta ese momento.
Su esposa Anita, sus hijos Zara (9 años) y Jamie (de 6 años) estaban siempre en su mente. ♥
La desolación casi nunca estaba muy lejos. Por un momento pensó en grabarse un mensaje en el pecho con la hebilla del cinturón: “Accidente. Los amo. Adios.”
Iba por la segunda letra cuando entró en sus cabales, la sangre podría atraer tiburones y entonces nadie leería nada.
Después de un tiempo comenzó a alucinar. Vió un barco pesquero que resultó ser un espejismo.
Cuando estaba listo para rendirse intentó ahogarse.
Sumergió su cabeza en el agua y trato de mantenerla hundida.
Entonces comenzó a ver a la Virgen María que le hablaba.
Él sabía que debía estar alucinando, se trataba de otro espejismo.
Levantó la mirada y la Virgen le hablaba en el cielo, luego su vista se aclaró y donde estaba ella vio un bote, esta vez era uno real.
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