A diferencia de las comunidades de hace un siglo, es menos probable que nuestros vecinos sean familiares. La mayoría estamos destinados a lidiar con vecinos que muchas veces son latosos, arrogantes, traspasan los límites, son impulsivos y poco empáticos.
Si tienes un vecino así en tu comunidad, debes saber que no eres el único, y si no que se lo pregunten a Tobe Bailey, un hombre de 49 años y natural de Kent, en el Reino Unido, un residente cansado de batallar contra los conductores a quienes poco les importa bloquear con sus automóviles la entrada de su casa.
Harto de la misma situación repitiéndose en un ciclo muy molesto, un buen día, Bailey se dejó de miramientos y decidió tomar la justicia en sus propias manos. Así, se dedicó a envolver un automóvil ajeno que obstruía su entrada con un gigantesco plástico negro.
De esta manera, el Vauxhall Corsa azul terminó forrado como si fuera una gigantesca bolsa para basura, y que dé gracias su dueño que esta vez solo llegara hasta allí y no le causara un daño al motor, desinflara los neumáticos o quebrara los vidrios.
“Vivo en una calle con 26 casas y 24 plazas de aparcamiento. Mi esposa y yo gastamos 2.500 euros para poner una acera caída y carteles claros que indican a la gente que no aparquen allí, pero lo hacen todo el tiempo. Al menos dos o tres veces a la semana, viene un idiota y nos bloquea”, dijo el albañil y padre de siete hijos.
Según contó Bailey, la gota que derramó el vaso se produjo una tarde, cuando al regresar a su casa encontró, para variar, el espacio para entrar a su garaje ocupado por otro vehículo. Sin embargo, antes de tomar la determinación intentó razonar con el dueño del auto, un completo desconocido, colocando una nota en el parabrisas.
“Escribí una nota y la pegué en el parabrisas, diciéndole al dueño que moviera el auto. Abrí una lata de cerveza, me senté en el balcón y esperé. No pasó nada. Fui y cené y todavía estaba allí. Acababa de recibir una carga de envoltura negra y pensé: ‘bien’, y forré todo el automóvil”, explicó.
Esta fue la única forma que se le ocurrió para lograr que el propietario al fin saliera a la calle y diera la cara. Se trataba de una joven quien, afortunadamente tomó el incidente con humor y se disculpó en repetidas ocasiones con Bailey, asegurando que no volvería a estacionarse en ese lugar.
En realidad, Tobe nunca tuvo la intención de hacer daño, sino tan solo mantener su espacio libre y aclarar el punto con su vecina riéndose un poco, y a quien solo le tomó unos minutos descubrir su vehículo.
Curiosamente, Bailey parece estar acostumbrado a hacer cosas de este tipo. De hecho, la última vez subió un auto infractor a un gato para que el conductor no pudiera moverlo sin su ayuda. Así, este tuvo que llamar a su puerta y Tobe logró la disculpa. Más nunca volvió a estacionar allí.
Así como Tobe, son muchas las personas que tienen problemas con sus vecinos. Si bien el hogar debiera ser el templo del descanso para quienes trabajan en la calle todos los días, a menudo se transforma en un infierno si existen vecinos como estos, que no saben vivir en comunidad.
Ante este escenario y, ante todo, debemos desarrollar empatía con nuestros semejantes, cuyos derechos comienzan donde terminan los nuestros. Comparte esta historia con tus amigos y con tus vecinos también.