A veces algo que para nosotros puede resultar cotidiano, para algunas personas es extraordinario. Si cada año puedes celebrar el día de tu cumpleaños rodeado de tus seres más queridos, eres muy afortunado.
Aunque un pastel de cumpleaños pueda ser sencillo, hay quienes jamás en su vida han tenido la oportunidad de soplar las velas, pedir un deseo y compartir el postre con el que tradicionalmente le rinden homenaje al agasajado.
Ese es el caso de Magdalena Giordano, una mujer que después de pasar 38 años de su vida trabajando como esclava pudo celebrar por primera vez su cumpleaños.
El Ministerio Público del Trabajo de Brasil la rescató, había pasado gran parte de su vida trabajando en la residencia de Dalton César Milagres Rigueira haciendo tareas del hogar y sin recibir ningún tipo de remuneración ni beneficio.
Todo comenzó cuando Magdalena tocó la puerta de la vivienda de la familia de Dalton para pedir algo de alimento, María das Graças, la madre de Dalton, le dijo que no le daría nada si no vivía con ella.
La mujer se ofreció a adoptarla, y la madre de Magdalena, que vivía en condiciones precarias con 9 hijos, aceptó la propuesta. Pero el trámite de la adopción nunca se formalizó.
Tras 24 años trabajando para María, Magdalena pasó a trabajar a la casa del profesor Dalton.
En esa vivienda permaneció hasta que el 27 de noviembre de 2020 la policía federal de Patos en Minas, y el Ministerio del Trabajo de Brasil la rescataron.
“Nunca fui feliz así. Antes estaba triste. Muy triste. Hoy siento que estoy bien. Corazón limpio. Estoy liberada. Soy libre”, dijo Magdalena.
Después de ser liberada, Magdalena ahora disfruta de la vida, visitó la playa por primera vez.
Además, retomó sus estudios y está descubriendo todo lo que se perdió por vivir aislada.
También, pudo celebrar por primera vez un cumpleaños, y las imágenes emocionan a miles de personas en las redes.
La familia realmente no adoptó a una hija de quien se harían cargo con responsabilidad y como un miembro más de la familia, lo que querían era una empleada doméstica que disfrutarían sin ni siquiera respetar sus derechos.
Fue un acto totalmente deplorable que Magdalena, en su condición de vulnerabilidad, aceptó con inocencia.
“No podía arreglarme las uñas, no podía usar esmalte rojo. Hoy ya llevo varios esmaltes de uñas”, dijo.
Ella se ha convertido en embajadora de la lucha a favor de los derechos de las mujeres que sufren la misma situación en su país.
El Ministerio Público Federal está investigando a la familia que sometió a Magdalena a ese trato tan injusto.
Su rostro de felicidad junto a su pastel de cumpleaños y la mesa decorada en honor a ella demuestran la alegría que inundó su corazón al recuperar la libertad. Compártelo.