Jennifer Bell fue diagnosticada con una enfermedad de la neurona motora (EMN por sus siglas en inglés) el pasado mes de marzo cuando acudió al médico tras presentar dificultades de lenguaje.
Los médicos le pronosticaron solo nueve meses de vida, a pesar de su devastador pronóstico, se siente agradecida por poder celebrar la Navidad con sus dos hijas de ocho y un año.
La madre de 28 años aseguró que ha sido bendecida por poder despedirse de sus hijas y compartir con ellos esta época tan especial del año.
Cuando se enteró de la enfermedad que padece estaba estudiando tercer año de enfermería con especialidad en pacientes con discapacidad y dificultades de aprendizaje.
Jennifer, de Milngavie, East Dunbartonshire, dijo que aprovechará al máximo cada día que les queda junto a sus pequeños. Relató que su hija mayor le pregunta: “Mamá, ¿cuándo te irás al cielo?”.
El día de Navidad estuvo con sus hijas, Georgia, de ocho años y Kacey, de uno.
“Llegó la Navidad y el hecho de que pueda celebrarla ya es un milagro para mí. Me siento bendecida, tuvimos una gran cena familiar y estamos muy emocionados. Me siento en paz, feliz y contenta de estar bien y poder apreciar un día especial con mis hijas y toda mi familia”.
Hace nueve meses, Jennifer notó que tenía dificultades para hablar y los médicos le dijeron inicialmente que eran problemas hormonales asociados a su segundo embarazo.
Tiempo después le diagnosticaron la enfermedad, ahora presenta más síntomas, incluso le cuesta masticar los alimentos.
“Todos mis síntomas están relacionados con los músculos de mi boca y garganta. Físicamente mis brazos y piernas están bien y no hay nada que no pueda hacer ahora, la única facultad que he perdido es la del lenguaje, aparte de tener dificultades para hablar tengo que mantener una dieta de alimentos blandos”, relató Jennifer.
Asegura que encuentra su fortaleza en sus hijas. “Son mi mundo, todos los días las veo crecer, reír, decirme que me aman, sé que me necesitan. Lucharé con cada respiración para cuidar de ellas el tiempo que pueda. Aunque es una situación horrible, también me siento afortunada por algunas cosas”.
“He traído a dos hermosas niñas al mundo, casi he completado mi lista de deseos, terminé mis estudios universitarios, he tenido la oportunidad de hacer tantas cosas que muchos no pueden hacer en la vida, eso me hace una persona más fuerte”, continuó.
Agregó que nunca se rendirá a pesar de su condición. “Nunca me daré por vencida, lucharé con todo lo que tengo”.
Confesó que cuando recibió el diagnóstico pensó que ni siquiera estaría para celebrar el primer cumpleaños de su segunda hija, pero sí logró hacerlo. También pudo ver la presentación de baile de su hija mayor.
Ella tiene muchas ganas de vivir y dice que está dispuesta a demostrarle a los médicos que su pronóstico se puede vencer.
Su hija mayor le pregunta cuánto se irá al cielo, ella le responde: “Nadie sabe cuándo Dios nos llevará, así que tenemos que ser felices y crear recuerdos especiales todos los días”.
Le explica que todos iremos al mismo lugar y que algún día volverán a estar juntas.
“Siendo realistas, esta será mi última Navidad, pero oro por un milagro cada día y porque comiencen pronto ensayos clínicos. Lo más difícil es no poder hablar, no poder cantarle una canción a mi bebé me rompe el corazón”.
Jennifer tiene que enfrentarse a la angustia de saber que su enfermedad acorta sus días y a los comentarios negativos de las personas que la señalan por las dificultades que tiene para hablar.
Sus familiares han emprendido una campaña de fondos para ayudarla con los gastos médicos y los de la crianza de sus hijas. Hasta entonces han recaudado 17.500 euros.
Su caso nos ayuda a recordar la importancia de valorar cada respiro y disfrutar la presencia de los seres que más amamos. Compártelo.