Hay un lugar en el mundo donde los secuestros no suceden, las personas se conocen, se respetan y se desarrollan proyectos para devolver a la naturaleza lo que nos ha dado. Todo sin la ayuda de policías, partidos políticos ni crimen organizado… Pero el camino no ha sido fácil.
Cherán es un municipio habitado mayormente por indígenas purépechas del estado de Michoacán, en México. Como muchas otras partes de América Latina, sus bosques han sido talados y el crimen organizado sembró terror amenazando, lastimando, secuestrando e incluso asesinando a quienes se opusieran a pagar la cuota para que los dejasen en paz hombres enmascarados. Ellos veían camiones llenos de madera bajando de los montes y no podían decir nada o tendrían problemas.
Un buen día, hartos de que extraños explotaran sus tierras, amenazaran a sus familias y que el gobierno, la policía y todo recurso habitual hiciera oídos sordos ante la problemática, un grupo de mujeres decidieron hacer algo: fabricaron panfletos donde llamaban a los habitantes del pueblo a reunirse para hacer algo al respecto y los pusieron a las puertas de las casas durante la noche, en secreto (no fuera a ser que los delincuentes los descubrieran y tomaran represalias). Al mejor estilo independentista, la madrugada del 15 de abril de 2011 las campanas de la iglesia El Calvario del pueblo repicaron, despertando a todos. Creyendo que se trataba de misa, mujeres, niños, ancianos, hombres y mujeres jóvenes y maduros, todos se congregaron. Pero no era misa.
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«Estábamos preocupados», cuenta Margarita Elvira Romero, una de las organizadoras del levantamiento. Los madereros estaban acabando con árboles cerca de una fuente de agua Cherán. «Si cortan los árboles, hay menos agua. Nuestros maridos tienen ganado, ¿dónde iban a beber si el ojo de agua se terminaba?». El pueblo decidió tomar acciones, se armaron de machetes y palos.
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Cohetes retumbaron en el cielo de Cherán al amanecer mientras el pueblo enardecido capturaba a los madereros en turno, la violencia que el pueblo vivió durante años casi les lleva a colgar a los madereros de un árbol, pero las mujeres del pueblo lo evitaron, le recordaron a su pueblo que ellos no son asesinos. Las campanas de la iglesia sonaron todo el tiempo.«Me dan ganas de llorar al recordar ese día, fue como una película de terror, pero era la mejor cosa que hubiera pasado», comenta Margarita.
Después de un enfrentamiento con la policía y los madereros, y de recibir la rápida visita de un entonces gobernador que parecía estar más por compromiso que por interés, los veinte mil habitantes de Cherán desconocieron el gobierno tradicional, desterraron a todo partido político, a la policía, al crimen organizado y a los madereros ilegales. Comenzaron una jornada de autogobierno independiente que continúa sorprendiendo al mundo 5 años después.
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Después de las revueltas, Cherán no se fue a dormir en sus laureles. Se instalaron retenes en cada esquina para que nadie extraño entrara a su comunidad. Un sistema de fogatas mantenía a los vecinos alerta y unidos, vecinos que casi no se hablaban se volvieron grandes amigos porque tenían algo en común: denfender sus derechos, a sus hijos y sus hogares. Durante los momentos más tensos 60 fogatas estuvieron encendidas todas las noches, siempre alerta. Hoy los puestos de control aún regulan quién entra y quién sale del pueblo.
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Llegó el tiempo de elecciones pero los habitantes de Cherán sabían que las elecciones se tratan sobre escoger un mal sobre otro. Amparados bajo las leyes que permiten a los pueblos indígenas regirse bajo usos y costumbres, reemplazaron al gobernador por un consejo del pueblo compuesto de 12 personas elegidas por la comunidad, como en los tiempos de los ancestros purépechas. Los partidos políticos ya no se permiten, pues son eso: partidos. Y lo que Cherán quiere es seguir unido.
Ahora cada uno de los distritos de Cherán elige un representante para el consejo que toma decisiones y rinde cuentas semanales a la gente. También sustituyeron a la policía tradicional por una Ronda Comunitaria, donde hombres y mujeres del pueblo se capacitan y prestan servicio para proteger a los habitantes de su comunidad y su patrimonio.
Cuando comenzaron este proceso de autorregulación, no sabían mucho sobre el manejo de armas o sobre administración pública. Ahora los habitantes de Cherán pueden decir que han logrado lo que ningún político pudo lograr: calles seguras, sin secuestros, sin drogras, sin corrupción. Si vives en un lugar pacífico quizá suene sencillo, pero Michoacán ha sido ahogado por olas de violencia y asesinatos a manos del crimen organizado y un gobierno corrupto. Cosas como secuestros, cuerpos mutilados, decapitados y granadas arrojadas entre multitudes son noticias que regularmente rondan los encabezados de los periódicos.
Cherán tiene su propio sistema de justicia para delitos menores que, en su mayoría, se relacionan con el consumo de alcohol (manejar en estado de ebriedad o consumir alcohol en las calles). Las sanciones incluyen breves estancias en la cárcel, multas y servicio comunitario. Cuando los delitos son mayores se remiten a la fiscalía del estado, pero hay que decir que estos crímenes han disminuido drásticamente (durante el último año no han habido asesinatos, secuestros ni desapariciones).
El presupuesto es invertido de forma transparente y el sueldo más alto que percibe un servidor público es de unos cuatro mil pesos al mes (unos 200 dólares). La mayor parte de la tierra del municipio es comunitaria y, aunque las personas la pueden trabajar y consumir lo que produce, en realidad no les pertenece.
«La tierra no nos pertenece, nosotros pertenecemos a ella»
Se estima que más de la mitad de las 17,000 hectáreas de bosque de Cherán fueron deforestadas por los madereros pero gracias a las acciones que ya han sido tomadas con ayuda del gobierno federal, se han recuperado unas 3,000 hectáreas. Pero los árboles que se utilizaban para reforestar eran traídos de otro lado, así que crearon sus propios viveros y ahora también pueden ser independientes en este proyecto. Y no solo eso: la presa de captación pluvial más grande de América Latina yace en el cráter de un volcán inactivo que vigila desde lo alto al pueblo de Cherán. En caso de sequía, los veinte millones de litros que contiene abastecerían todas las necesidades del municipio durante dos meses.
Cherán ya cuenta con su propio aserradero, fábrica de resina y otra de block. Antes las personas tenían que salir del pueblo para trabajar, ahora crean sus propios proyectos para aprovechar los recursos de manera sustentable, justo como sus antepasados lo hacían. Además se está trabajando para manejar los residuos sólidos de la manera más eficiente posible con el programa Cero Basura. Los comuneros de Cherán separan la basura en 6 categorías (lo que se ve en países europeos o Japón) para su mejor disposición, la meta es contar con su propia planta de reciclaje y un biodigestor. Así los cheranenses están a la vanguardia.
La rebeldía que se vive en Cherán es el ejemplo que necesitamos. ¿Se puede replicar? ¡Claro! El secreto, según sus jóvenes, es la solidaridad. Es increíble la poca cobertura que los medios mexicanos han dado a los logros de Cherán, pero hallé el pequeño documental muy instructivo que cuenta parte de esa emocionante historia.
Esta es rebeldía de la buena ¡no te vayas sin compartir con tus amigos la historia de esta comunidad admirable! Ayuda a difundir.