Hasta lo mejor de la vida tiene ventajas y desventajas. Por eso, al tomar una decisión importante, al emprender nuestro viaje por un nuevo sendero totalmente desconocido para nosotros, debemos tener en cuenta lo positivo y lo negativo que ello nos traerá.
Con tan solo 21 años, Adam Dering se cansó de trabajar para otros y renunció a su empleo para emprender su propio negocio. En ese giro de 180 grados, el joven desarrolló pacientemente un plan y concretó una entrevista con la gerente de una entidad financiera para pedir un préstamo y fundar su empresa, que estaría dedicada a la gestión de deudas.
“Antes de ingresar al banco oré porque no tenía dinero para concretar mi sueño. Me senté cruzando los dedos, mientras la gerente tomó mi plan de negocios, lo revisó rápidamente y en un tono muy condescendiente dijo que era demasiado joven y sin experiencia comercial. Me sentí humillado, frustrado y triste”, dijo Adam en sus cuentas de las redes sociales
No tenía un plan B, sin embargo, lejos de darse por vencido y gracias a saber esperar, a su constancia y su trabajo duro, el ahora exitoso empresario logró fundar un imperio que finalmente negoció por unos 5 millones y medio de euros.
Confesó que, antes de renunciar a su trabajo había ahorrado lo suficiente como para pagar el primer trimestre de alquiler de una oficina vacía, sin escritorios y sin sillas, y consiguió una línea telefónica prestada que atendía sentado en el suelo.
“Pasé 4 meses llamando a potenciales clientes sentado en el piso porque no podía permitirme un escritorio ni una silla”, detalló Deering.
Desde ese año lleno de gloria para Deering que fue el 2014, el hombre ha erigido varias empresas exitosas. Pero, lo más impresionante e insólito del asunto es que planea construir varios apartamentos en el edificio donde estaba el banco que una vez le dio la espalda, y que terminó comprando por solo 495.465,75 euros. Vueltas de la vida…
“Para mí, comprar el edificio del banco hace que todo vuelva al punto de partida y demuestra que tenía razón al seguir creyendo en mí mismo”, finalizó, orgulloso.
En la otra cara de la moneda encontramos que, no necesariamente son todos beneficios al ser tu propio jefe. Por ejemplo, si siempre fuiste un asalariado estarás acostumbrado a un sueldo fijo que, en algunos casos da una sensación de mayor seguridad y tranquilidad.
Sin embargo, uno de los beneficios de no tener que rendirle cuentas más que a ti mismo, es que puedes medir tu capacidad de trabajo y tu esfuerzo, según las ganancias que la fuerza de tus propias manos, de tu propio corazón y de tu propia productividad te generarán.
Recuerda que, a pesar de todos los planes y la preparación que puedas tener para el logro de tu independencia, muchas veces puedes llegar sentir que te falta estabilidad. Mantente firme y establece estrategias para los distintos escenarios que se te puedan presentar.
Sé paciente para lograr tus metas, recuerda que el tiempo es un juez tan sabio, que no sentencia de inmediato, pero siempre le da la razón a quien la tiene. Comparte esta historia de autoestima y superación con tus amigos.