Ante tantas necesidades y carencias de recursos para satisfacerlas, la creatividad de las personas se abre paso para poder cubrirlas. Fue así como un grupo ecologista de estudiantes y docentes en México, tuvo la iniciativa para ayudar a un compañero que solo tenía una habitación en su hogar.
La secundaria 14 de Bahía de Kino, en Sonora, México, se preocupa por la ecología, y las relaciones de su institución con su entorno. El profesor de Biología, José Valenzuela ha dedicado diez años de trabajo a un proyecto ecológico con sus estudiantes de turno.
De allí nació la creación del grupo “Jóvenes Delfines» que ha dado muchas satisfacciones a la comunidad educativa. Escogieron su nombre porque son de una zona pesquera, y por ser los delfines uno de los animales más inteligentes.
«Lanzamos una convocatoria al inicio del ciclo escolar, ahí los alumnos pueden participar. Somos alrededor de 20 integrantes, incorporados de los tres grados de secundaria”, explicó el docente.
Por información de sus estudiantes, Valenzuela supo que uno de ellos, de nombre Ángel tenía una situación personal bastante complicada. Se trata de una familia de muy bajos recursos económicos, viven en una casa de una sola habitación, con las dificultades que eso representa.
“Desde el año pasado mis alumnos me comentaron las necesidades de su compañero. Fuimos a visitar a su padre y le planteamos la idea de construir una nueva habitación con base al proyecto», informó el profesor a un medio de comunicación.
Los estudiantes, de la mano de su profesor idearon la forma de construir el cuarto que necesitaba el joven. De inmediato comenzaron la producción de bloques creados con una base hecha de papel reciclado, arena y cemento, lo que ellos llamaron como concreto fibroso o Confib.
«El concreto fibroso es una mezcla de arena, cemento y papel reciclado. Los alumnos de ciclos escolares anteriores nos donan los libros y cuadernos que ya no utilizan y los convertimos en un bloque sólido que nos servirá como material de construcción», agregó el profesor de biología.
Se trata de todo un trabajo en equipo donde cada uno pone su esfuerzo, algunos van cortando los libros con sus manos, para posteriormente colocarlos dentro de un envase con suficiente agua.
Cuando están bien mojados, se llevan a una especie de máquina licuadora fabricada por ellos mismos. Y después filtran lo que resulta del licuado, para ser mezclado con arena y cemento.
Necesitan un promedio de unos quince libros para la fabricación de veinte bloques. Es un trabajo arduo pero reconfortante porque saben la ayuda que representa para las personas.
El equipo sabe que no es tarea fácil por lo costos del cemento, y a pesar de que apenas llevan menos de la mitad de la obra terminada, siguen tan contentos y positivos de que podrán alcanzar el objetivo: tener la habitación culminada para Ángel.
¡Excelente trabajo el del profesor de biología y su grupo de estudiantes! Todos deberíamos apoyar iniciativas tan admirables que van orientadas a ayudar a los que menos tienen.
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