Linda Herring es una mujer de 75 años que se ha convertido en el refugio de centenares de niños ofreciéndoles acogida, protección, alimentos, ropa y sobre todo, amor.
A pesar de que ella siempre quiso tener una gran familia, nunca imaginó que criaría a más de 600 pequeños convirtiendo su hogar en el de todos los que necesitaban sus cuidados.
Linda y su esposo Bob, comenzaron su labor cuando vivían en Oxford y continuaron ayudando a los niños cuando se mudaron a Tiffin.
El mejor amigo de Linda estaba siendo una familia de acogida para adolescentes y la motivó, aunque prefería a niños pequeños.
“Hablé con el Departamento de Servicios Sociales y acepté atender a niños con necesidades médicas o situaciones vulnerables», relató Linda.
Así fue como Linda empezó a dirigir una guardería para familias de la localidad y trabajó como conserje nocturno en una escuela secundaria cercana, también se ofreció para ser socorrista durante 50 años.
Jamás rechazó a un niño, sin importar su edad, género o sus necesidades especiales, la pareja los acogía. Linda viajaba con frecuencia para buscar a aquellos menores que necesitaban un hogar.
Linda y Bob tenían ocho hijos, tres de los cuales eran adoptados, aunque para todos ella simplemente era su “mamá”.
Uno de los niños es Anthony Herring, de 39 años, cuando lo llevaron al hogar de acogida tenía seis meses, cuando cumplió tres años fue adoptado oficialmente.
“Agradezco ser adoptado mucho más hoy, que soy padre, que cuando era niño. Estoy eternamente agradecido con la familia que me dieron, la familia no está determinada por la sangre, sino por quienes te aman y amas en tu vida”, relató.
Aseguró que su madre le enseñó a apreciar y a comprender a los niños con necesidades especiales.
Linda recibió la resolución de la Junta de Supervisores del Condado de Johnson quienes la honraron por haber criado a más de 600 niños.
Dos de los niños que Linda adoptó tienen complicaciones médicas muy graves, Dani, uno de ellos, depende de sus cuidadores totalmente. Aunque no se esperaba que sobreviviera después de su nacimiento, tiene 29 años.
Su legado fue transmitido a sus hijos, cuatro de sus hijos biológicos, se han encargado de la crianza de varios niños sin hogar. Tres de ellos adoptaron hijos propios.
Y, además, sus nietos, también se han convertido en familia de acogida para los niños más vulnerables.
“Es difícil decir con palabras el impacto de la labor de mi madre. Siempre estuvo disponible y lista para un niño necesitado. Generalmente los pequeños fueron sacados de una situación traumática y ella los acogió, les dio una cama cálida, ropa limpia, comidas calientes y mucho amor”, relató Anthony.
Además, contó que trabajó muy duro para mantener a toda su familia, incluso ayudó a los padres biológicos a hacer los cambios necesarios en su situación para que pudieran mantener a sus hijos.
Siempre se aseguraba de que le entregaran una foto de cada niño que acogía para colocarla en la pared de la sala de estar y hacer que con ese pequeño detalle ellos se sintieran como en casa.
El amor es la fuerza más poderosa del mundo
La motivación de Linda para ayudar a tantos niños era el amor. “Amo a todos como si fueran míos. Lloré cada vez que un pequeño salía de mi casa sin importar cuánto tiempo había estado ahí. Fue muy duro despedirme de ellos. Siempre me preguntaba por qué seguía haciendo esa labor, nunca fue fácil decirle adiós a un niño. Pero seguí con mi labor porque tenía mucho amor para dar a todos los niños que tanto lo necesitaban”, dijo Linda.
El albergue tiene recuerdos de cada uno de los niños que han estado ahí. Así como los que permanecen en la mente y el corazón de Linda.
En una oportunidad, los servicios sociales la llamaron a media noche para que recogiera a tres niños pequeños que habían sido abandonados.
Otro de los momentos que Linda recuerda, entre tantos, es la reacción de una niña que atendió cuando recibió su primera ropa nueva.
Después de que los niños eran adoptados, muchos seguían en contacto con ella y le hacían llegar tarjetas y fotos suyas.
Le encantaba recibirlos de visita tiempo después y ver cómo habían crecido sanos y felices.
La labor de Linda no solo impactó en los niños, también en otras personas. Tonya Stratton, cuya madre fue una de las hijas adoptivas de Linda, creció llamándola abuela y pasó su infancia compartiendo con los niños acogidos.
Ella le dedicó un emotivo mensaje: “Abuela Linda, ahora es tu momento de relajarte, pero primero debes aprender la definición de eso y luego aprender a sentarte, a apreciar la tranquilidad. Ya no habrá más ropa que doblar, comestibles para comprar, pañales para cambiar”.
“Ahora es tu momento de descansar, repasar tus recuerdos, levantar los pies o tomar una siesta e intentar comprender lo increíblemente digna que eres para hacer lo que quieras”, continuó.
En octubre del año pasado, Linda decidió dejar de criar a los niños por problemas de salud. Todos expresaron su gratitud y admiración por dedicar su vida a un servicio tan bonito, a una labor que realmente cambia la sociedad.
En el garaje de Linda hay contenedores apilados hasta el techo etiquetados por talla y género, nadie tenía que preocuparse porque un niño se quedara sin ropa.
De hecho, muchos llegaban a su casa solamente con las prendas que tenían puestas.
Merece la pena agradecerle a esta mujer por tan grandiosa lección de amor. Comparte su historia.