Su padre se refiere a él como “espíritu especial” porque cuando nació, los doctores le dijeron que su hijo no iba a vivir mucho más de dos años. Pero, superando todas las expectativas, ya supera los 30 años de una feliz vida.
Dallan Cloward nació el 12 de agosto de 1986 y lo primero que vio su padre, Chad Cloward, fueron sus enormes y hermosos ojos azules. Pero lo único que vio extraño fue su labio leporino y la deformación en su paladar. Nació con bajo peso, apenas 1,6 kg, pero nada le hacía pensar que su hijo pudiera estar en riesgo.
Pero los médicos hablaron con Chad, y le explicaron que Dallan nació con un trastorno cromosómico raro llamado síndrome de Wolf-Hirschhorn. Esta condición se caracteriza por un retraso en el crecimiento y desarrollo, lo que resulta en discapacidad intelectual y convulsiones.
Los médicos no fueron muy positivos con el diagnóstico del pequeño.
Entonces le dijeron que Dallan no sobreviviría a los 2 años.
“Todavía me acuerdo haber pensado ‘No me puedo atar mucho a este niño porque me va a doler cuando lo pierda’” cuenta Chad, un agente inmobiliario de Phoenix, Arizona. “Pero después de estar varios días pensando eso, de repente entendí todo, si no le daba cada gramo del amor que tenía, me iba a arrepentir por el resto de mi vida cuando muera”.
Chad decidió disfrutar todos los días de su hijo.
Pero Dallan fue en contra de todas las estadísticas. Tres décadas después, mide 1.4 metros y pesa más de 25 kilos. Aunque no puede comunicarse bien o caminar largas distancias, el luchador sigue vivo.
“Muchas veces estuvimos a punto de perderle, pero siempre pudo superarlo” cuenta feliz su padre.
Durante sus 31 años de su vida, estuvo a punto de morir varias veces.
Chad no se separa de su hijo y para su cumpleaños de 30, en el 2016, planeó festejar a lo grande. El “master plan” para celebrar las tres décadas duró 6 semanas.
Chad y Dallan son inseparables.
Así fue como hicieron una matarón de películas, una degustación de salsa, camping en el Gran Cañon, una montaña rusa en Park City (Utah), una caminata a México, montar una bicicleta adaptada en el National Ability Center y viajar a Disenylandia. Además repartieron globos en el hospital de niños de Phoenix.
La vida junto a Dallan es muy feliz.
“Cuando estás enfrentando todo el tiempo la posibilidad que tu primogénito, un niño tan especial, puede morir a temprana edad, te focalizás en vivir… en cambio de trata de sobrevivir”, asegura el padre, quien asegura que su hijo es una bendición.
Para la familia vivir junto al joven les ha ayudado a vivir mejor.
A pesar de que el síndrome de Wolf-Hirschhorn no es tratable y que Dallan tiene la capacidad mental de un niño de dos años, Chad cree que su hijo es una excelente persona y un chico con suerte.
“Nunca piensa en el pasado y no se preocupa por el mañana y disfruta el ahora” asegura Chad. “La forma en que interactúa con la gente, sabes que es una excelente persona y un buen adulto”.
El amor entre padre y hijo es tan fuerte que, gracias a él, pudieron superar todos los desafíos que enfrentaron.
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