Flor Ramírez se convirtió en madre a los 17 años por primera vez, tuvo dos hijos con Gustavo Tovar, de quien se divorció a los pocos años.
La familia vivía en un humilde hogar en Guatemala, tras la ruptura del matrimonio, él se fue a trabajar a México.
Mientras tanto, la madre se desempeñaba como gestora del ministerio de finanzas para pagar los gastos de la manutención de sus hijos, los dejaba solos durante el horario de su jornada.
Le pagaba a una vecina para que con frecuencia fuera a su casa a supervisar a sus hijos que en ese entonces tenían 6 y 1 año.
Un día regresó desesperada a su casa después de enterarse de que se habían llevado a los dos niños. Osmín recuerda que funcionarios de la policía entraron en la vivienda y le pidieron que se marchara con ellos con la promesa de que regresaría a su casa.
Así fue como se llevaron a Osmín y a su hermano, desde entonces la madre comenzó a buscarlos con desespero, pero no obtuvo resultados.
Los funcionarios no le daban información sobre el paradero de sus hijos, ni siquiera el padre fue notificado. Ella temió que la pudieran haber denunciado por negligencia.
Confesó que maltrataba físicamente a sus hijos y que estuvo afectada por las adicciones.
Osmín recuerda que anhelaba regresar a su casa, y volver a ver a su madre. No comprendía por qué lo habían sacado del que era su hogar. Pero todo empeoró cuando lo separaron de su hermano menor.
“Cuando me separaron de él se me rompió una parte del corazón”, lamentó.
Estuvo en varios orfanatos, en uno de ellos compartía habitación con un niño menor llamado Erik. Una familia de Estados Unidos se interesó por adoptar al pequeño, pero cuando vieron el importante vínculo que tenía con Osmín, decidieron adoptar a los dos.
Richard y Kathleen Borz se convirtieron en los nuevos padres de Osmín, vivían en Pensilvania, Estados Unidos. Le ofrecieron el calor de una familia, un hogar cómodo, educación y entretenimiento.
Él no olvidaba la manera en la que se separó de su madre, y de su hermano. Ni las noches de incertidumbre y dolor que sufrió en las diversas instituciones a las que fue trasladado.
Relató que sus padres adoptivos no comprendían ciertas costumbres que mantenía Osmín como la de esconder parte de los alimentos que consumía debajo de su cama.
Era algo cotidiano para él ocultar la comida en su habitación para poder ofrecérsela a su hermanito cuando tuviera hambre durante la noche. Osmín estaba acostumbrado a racionarlo todo, vivía en condiciones de pobreza.
En la década de los 90 Guatemala era el cuarto país del mundo que gestionaba más adopciones internacionales. Entre 12 mil y 80 mil niños fueron adoptados en esa época, algunos de manera ilegal tal como Osmín y su hermano menor.
Erik Maldonado, es el director jurídico de “El refugio de la niñez”, una institución de Guatemala que se encarga de velar por los derechos de los niños.
Ha seguido muy de cerca el caso y declaró ante los medios de comunicación que las autoridades de organismos judiciales y la procuraduría general de la nación de Guatemala habrían trabajado en conjunto para favorecer las adopciones ilegales.
La Corte Interamericana de Derechos Humanos condenó el caso tras una larga investigación.
Durante décadas, los padres de los menores se dedicaron a pedir justicia. Muchos medios de comunicación hicieron eco de su testimonio, un periodista contactó a los padres adoptivos de Osmín y él supo que lo estaban buscando sus padres biológicos.
No dudó en viajar a Guatemala para intentar dar con su paradero hasta que finalmente se hizo realidad el anhelado encuentro después de establecer contacto con su padre a través de Facebook.
Ahora Osmín quiere convertirse en la voz de todos los niños que como él y su hermano fueron separados de sus familias para darlos en adopción. Comparte su dramático caso.