A veces los azares del destino cambian la vida de las personas. Una mujer después de estar al borde de la muerte se encontró con ella misma y durante más de treinta años se ha dedicado a ayudar a etnias en Argentina, lo que hizo en plena pandemia cautivó a todos.
La vida le dio una gran lección
Inocencia Rosa Hollman nació en junio de 1938 en Buenos Aires cerca de Villa Iris en casa de sus abuelos de procedencia alemana. Era muy hermosa y de joven se dedicó a la actuación y el modelaje en Bahía Blanca, se casó con un hombre adinerado dueño de una reconocida disquera y vivían en una zona de clase alta en Palihue rodeada de lujos y comodidades.
A sus 29 años tuvo un tumor en el oído y se fue a la capital a tratarse, se complicó y estuvo cerca de la muerte. Por fortuna se recuperó y volvió a su ciudad, pasó por una depresión que también superó, y a partir de ahí orientó su esfuerzo a ayudar a los más necesitados, lo que hace hasta hoy a sus 82 años.
“Como dice San Pablo, todo lo que tenía antes lo tengo como pérdida”, dijo la antigua modelo.
La conocen como Naty Petrosino, encargada del Hogar del Peregrino. En las recesiones del 89 y 91 ayudó mucho a la comunidad huarpe en Cuyo, Chaco, Salta, Corrientes y Jujuy; 6000 personas recibían comida a través de ella.
La etnia wichis de Formosa también recibe su apoyo, pero tuvo complicaciones con la policía el pasado noviembre cuando se dirigía al pueblo donde, con mucho esfuerzo, montó un barrio en un área desolada y cubierta de montes.
“Siempre ha habido atropellos a los derechos humanos, pero nunca de este grado. Es espantoso”, aseguró la buena mujer.
Los funcionarios custodiaron el camión que llevaba la ayuda y amenazaron a Naty y a su equipo con aplicar sanciones; ella no desistió, su gente la apoyó y protegió. Hace pocos días inició otra travesía de más de 2.000 km desde Nicolás Levalle en el sur de Buenos Aires.
“No tengo miedo. Sí me preocupa que no pueda entrar, pero ¡pobres de los que nos frenen!”, afirmó Naty con mucha seguridad.
Con las religiosas Ángela y Mirna conoció Formosa, junto a ellas recibió un premio por su obra en las comunidades indígenas. En 2006 obtuvo un reconocimiento como mujer del año en Italia, y ciudadana ilustre en Bahía Blanca. Cada año cruza el país llevando ayuda a los indígenas. El último viaje duró más que todos, las autoridades lo pusieron difícil.
“Si no nos dejan pasar, descargamos todo en el límite y nos quedamos a la intemperie a esperar que nuestra gente venga a buscar las cosas”, aseguró la decidida benefactora.
Fueron semanas de angustia, pero valía la pena el sacrificio, la policía autorizó que las personas con prueba de COVID-19 negativo pasaran sin cumplir aislamiento, pero la lluvia afectó el tránsito y tuvieron que repetirla.
Por fin llegó, el cacique Roque la recibió de primero. Todos ayudaron a descargar, entre ellos Charito, abuelo de una niña de dos años y muy apreciado por Naty. Esperarían tres días de acuerdo a lo establecido por la ley para seguir repartiendo felicidad en otras localidades.
Siempre se pueden superar los obstáculos para ayudar a la gente, la historia de esta gran mujer es inspiradora. Compártela.