Callie Colwick, de 30 años, es de McKinney, Texas, que perdió sus dos piernas debido a una sepsis que contrajo tras el parto en el que su vida estuvo en peligro y al que su bebé, Quinn, lamentablemente no logró sobrevivir.
Ella es diseñadora gráfica y él informático, ambos esperaban con mucha ilusión la llegada de su segunda hija.
Durante su embarazo fue diagnosticada con una rara condición conocida como placenta acreta, una afección muy grave.
A las 15 semanas de gestación, los médicos le dijeron a ella y a su esposo Kevin, también de 30 años, que lo más probable era que su bebé pudiera nacer en cualquier momento con un pronóstico devastador.
Sabían que lo más probable era que su bebé naciera sin vida y recuerdan con dolor que estaban ingresados en el área de maternidad escuchando a otros bebés llorar y viendo a otras familias felices mientras ellos se resignaban a su terrible realidad.
Dos semanas después a Callie tuvieron que inducirle el parto, dio a luz a Quinn mientras estaba inconsciente, la bebé nació sin vida y apenas pesaba 450 gramos. La madre sangraba mucho y su presión arterial bajó drásticamente, sufrió un shock séptico.
La sepsis se produce cuando el cuerpo reacciona a una infección atacando sus propios órganos y tejidos.
“Mi bebé era demasiado pequeña para sobrevivir, se fue directo al cielo”, dijo la madre.
Debido a la baja presión arterial durante el parto, Callie contrajo una sepsis mortal que afectó sus riñones y pulmones, la conectaron a un soporte vital y le dijeron a su esposo que se preparara para lo peor.
Habían transcurrido dos meses cuando los médicos se vieron obligados a amputar sus dos piernas, y su dedo pulgar e índice de la mano izquierda.
“Mis piernas estaban negras y arrugadas, mis dedos parecían pasas”, relató Callie.
Además, tuvieron que extraer su útero, en ese momento, Callie era alimentada a través de un tubo y necesitó injertos de piel en algunas áreas de su cuerpo por el tiempo que había pasado sin movilidad.
Callie permaneció ingresada en varios hospitales durante dos años, hasta que finalmente en regresó a casa con su hija Kenzi.
“Recuerdo haber sentido un extremo dolor y confusión. Mi esposo me tuvo que explicar lo que pasó. Tenía todo menos mi útero, la parte inferior de mis piernas y los dos dedos de mi mano izquierda”.
Necesitaba una silla de ruedas personalizada para movilizarse y el seguro de salud se negó a cubrir el gasto, pero recaudaron el dinero gracias a donativos.
Su seguro médico tampoco cubrió sus prótesis. Cuando recibió el alta médica su esposo le hacía las curas en casa diariamente.
Casi dos años después Callie pudo ponerse de rodillas por primera vez. Finalmente obtuvo sus prótesis.
Amy, una coach de negocios de Louisiana, encontró la historia de Callie en las redes y se conmovió tanto que decidió ayudarla, creó una campaña de recaudación de fondos y la solidaridad de muchas personas se hizo presente.
Gracias a eso Callie pudo acondicionar su vivienda a su discapacidad y tiene una silla de ruedas adaptada a su condición. Ellas se conocieron personalmente el pasado 24 de enero.
A pesar de las dificultades, Callie está agradecida y quiere disfrutar al máximo su vida.
“Mi esperanza es ayudar e inspirar a otros. Tenía 27 años cuando esto sucedió, nadie espera que una madre de 27 años muera. Realmente siento que tengo otra oportunidad, que tengo un tiempo prestado”, relató.
Compartir la experiencia de Callie es una forma de dar a conocer el peligro de esta letal infección. Pero también, de inspirar con su ejemplo de valentía y perseverancia, no te vayas sin hacerlo.