La protagonista de nuestra historia se considera una mujer que no cree en los milagros, al crecer en una familia que aclamaba a un Dios supremo o cualquier ente sobrenatural prefirió mantenerse al margen. Ve el mundo como un caos aleatorio, como una coincidencia sin fundamento.
A pesar de toda la convulsión religioso en la que creció hoy día le queda claro que en la vida todo tiene un significado.
Cuando tenía 25 años quedó embarazada. No estaba preparada para ser madre, no tenía estabilidad económica ni emocional, mucho menos la madurez para traer una nueva vida al mundo. Para ella tener hijos significaba mucho más que darles vida. El miedo se apoderó de ella y perderlo no fue una opción.
Sus padres creían que se estaba tomando un tiempo para conocer el mundo y conocerse ella misma, cuando en realidad estaba gestando su propio secreto: tener al niño lejos de los padres.
Decidió dar a luz lejos de casa y poner el niño en adopción. No quería saber sobre la familia adoptiva ni ningún detalle que hiciera su herida más profunda. Para ella en ese momento fue la mejor decisión. Pasaron 40 años y ahora es una mujer divorciada y sin hijos, aunque considera que esto no fue su elección.
Durante 30 años intentó tener hijos pero tenía perdidas involuntarias.
Por mucho tiempo vivió en Portland, un día quiso empezar de cero, pensó en tener una vida mejor y se mudó a Calabasas. No sabía que el clima soleado de California iluminaría no solo sus días sino su vida entera.
Un día de compras como cualquier otro entró al supermercado con su carrito, sin querer tropezó con uno de los empleados, el señor sonriendo le comentó que no se preocupará, que todo estaba bien. Pero algo trastocó ese día a la mujer que no pudo olvidar ese mínimo encuentro.
Para ella ese encuentro quería decirle algo.
Ese día regresó a casa y se quedó pensando en el hombre, no de manera apasionada sino de esos pensamientos que te atan al a alma. Sentía que lo había conocido antes o en otra vida. Tres meses después la mujer regresa a la tienda y se presenta con el hombre, el cual lleva por nombre Timothy.
Ella le recordó el breve encuentro de hace algunos meses, sin pensarlo demasiado le preguntó que si había sido adoptado. El hombre respondió que sí, que sus padres habían muerto, uno por accidente automovilístico y su madre por cáncer de mama hace dos años. Siguieron hablando hasta que finalmente el hombre le comentó que aún no conocía a su madre biológica.
Algo se agitó en el corazón de nuestra protagonista. Salió corriendo a casa tratando de buscar alguna explicación, comenzó a buscar en línea sobre las madres biológicas, los niños adoptivos y cómo encontrarlos. Todo parecía tener sentido aunque no comprendía lo que estaba haciendo. Después de muchas llamadas y contactos confirmó finalmente que el hombre con el que tropezó aquella vez en la tienda era su hijo.
La vida volvió a unirlos después de años.
Ambos parecieran haberse conectado después de tanto dolor. Si bien nuestra protagonista no pretende reemplazar a la madre adoptiva está feliz de haber encontrado a su hijo y ofrecerle amor incondicional. Liberándose del pasado y aceptando el presente.
Comparte la nota para que todos comprendamos que nunca es tarde para encontrar el verdadero tesoro de nuestro corazón.