Esta crisis provocada por la pandemia de coronavirus nos ha afectado a todos en mayor o en menor medida. Son cientos de historias tristes las que se suscitan a diario, y que asolan familias enteras.
Esta es la historia de Anabel Sharma, de 49 años de edad y su madre, María Rico, de 76. Ambas se contagiaron de COVID-19, y a través de una publicación que las muestra tomadas de la mano en el hospital un día antes de morir la septuagenaria, pretende alertar sobre los peligros de esta terrible enfermedad.
“No dejes que esto seas tú”, escribió Anabel al pie de la foto.
Anabel calcula que ella y su familia contrajeron el virus después de que su hijo Isaac, de tan solo 12 años de edad se contagiara de coronavirus tras regresar a la escuela en el mes de septiembre.
Rico vivía en la misma casa que Sharma, su esposo Bharat y sus tres hijos, Noah de 10 años, Isaac y Jacob de 22 años.
María, Anabel, su esposo y sus otros hijos, se enfermaron en unos días. Anabel aseguró que la velocidad con que el coronavirus arrasó con su familia fue sencillamente aterradora. Añadió que, cualquiera puede ser presa de ella y que es difícil saber si se sobrevivirá.
“Si alguien está pensando en romper las reglas, le insto a que se ponga en mi lugar y piense en lo que sería ver morir a su madre, o que le dijeran que es posible que usted no viva”, dijo Anabel en el grupo Humanos de COVID-19.
Según su propia experiencia, nadie debería tener que pasar por lo que ella y su familia pasaron. Cuando fue llevada a urgencias, junto a su madre, ambas requirieron ser ingresadas. Sin embargo, para ese momento, todas las camas del Leicester Royal Infirmary, hospital del Servicio Nacional de Salud de Leicester, Inglaterra, se encontraban ocupadas.
“Solo conseguimos nuestras camas porque cuatro pacientes murieron ese día, liberando espacios. El tratamiento con CPAP para COVID es horrible e implacable. Tuve que usar una capucha de plástico las 24 horas del día, los 7 días de la semana durante cuatro semanas para que me entrara oxígeno en los pulmones”, aseguró.
Anabel describe la sensación como si se sacara la cabeza por la ventanilla de un automóvil a 50 kilómetros por hora. El ruido era ensordecedor y no podía ver. También contó que la alimentaron a través de una abertura en el costado. Resignada, preguntaba a diario a los médicos y enfermeras si iba a morir. La respuesta siempre fue incierta.
La madre murió en urgencias. El amable equipo médico organizó su cama para que estuviera al lado de ella en su último suspiro. Le habló y tomó su mano en sus momentos finales.
María se quitó la máscara de oxígeno para despedirse de Anabel y su hermana Susana, a quien se le permitió ingresar a la sala en el triste final.
Su madre utilizó su último aliento para despedirse de ellas, aunque sabía que retirarse el oxígeno significaría su muerte. Anabel estaba demasiado enferma para siquiera asistir al funeral de su madre.
Tuvo que verlo, en cambio, a través de una transmisión en vivo, en la completa soledad de su confinamiento.
Al parecer, el daño pulmonar es permanente e irreversible. La mujer debe continuar con el proceso de oxigenación que, por supuesto, le ha cambiado la vida para siempre. Padece de estrés postraumático, lo cual es muy común en los pacientes diagnosticados con la enfermedad.
El virus no es cosa de juegos. Anabel todavía lucha con su respiración y tiene pesadillas recurrentes por el tiempo que pasó en el hospital. Comparte esta historia con tus amistades y seres queridos.