Drew Goodall desde temprana edad soñaba con ser actor, cuando cumplió 20 años, tras dedicarse a estudiar lo que más le gustaba consiguió participar con pequeñas representaciones en películas como “Snatch” y “About a boy”, en las que conoció a grandes figuras del mundo del cine como Brad Pitt y Hugh Grant.
Todo parecía ir bien en el comienzo de su carrera, hasta que se sintió afectado por una crítica sobre su desempeño como actor. Se quedó sin dinero y no quiso hablarles a sus padres sobre su situación.
Se rehúso a regresar a la vivienda de su familia porque eso implicaba que había fracasado, sentía que estaba derrotado.
Su poder adquisitivo disminuía cada vez más, estaba ahogado con las deudas, se había quedado en quiebra. Fue desalojado del apartamento en el que vivía por no pagar el alquiler, su situación económica era muy precaria.
Después de eso vivió en las calles desde los años 90, todos los días intentaba sobrevivir y conseguir algo para alimentarse, mientras no tuvo hogar sufrió las consecuencias de estar desprotegido del clima y de la discriminación de las personas.
Generalmente dormía sobre cajas de cartón en las afueras de la Academia de Artes Escénicas de Londres, era una época muy dura, estaba deprimido y desamparado. Se le ocurrió ofrecer el servicio de pulir zapatos para ganar un poco de dinero, aunque corría el riesgo de ser sancionado por las autoridades por practicar el comercio ilegal.
Después de seis meses dedicándose a lustrar calzado en la vía pública, uno de sus clientes le propuso hacer la misma actividad en la sede de la empresa donde trabajaba.
Así fue como se presentó en las oficinas para lustrar los zapatos de los empleados y obtuvo más dinero, surgió la idea de emprender su propia empresa llamada “Sunshine Shoeshine”, actualmente presta sus servicios a grandes compañías de Londres.
Drew pasó de ser un hombre sin hogar a ser el dueño de una compañía que factura más de 250.000 dólares cada año, pero no ha olvidado cómo sobrevivía antes de llegar hasta ahí.
Se dedica a donar gran parte de sus ganancias a organizaciones benéficas, y mantiene la política de contratar solamente a personas sin hogar y con necesidades especiales.
Hasta el momento ha sido la fuente de trabajo para 40 personas sin hogar, uno de ellos es Alan Walton, un hombre de 45 años que estuvo desempleado durante 15 años y padecía problemas de salud.
Él asegura que Drew le devolvió la fe y la confianza en sí mismo, ahora vuelve a tener metas en la vida y la voluntad de cumplirlas por medio de su trabajo y esfuerzo.
La gratitud de Drew es admirable, quiso ayudar a quienes se enfrentan a las mismas adversidades que él superó, ha vivido en carne propia lo que es no tener nada y sentirse solo. El sufrimiento de su doloroso pasado lo motivó a ayudar a los demás y a confiar en quienes solo necesitan recibir una oportunidad.
Es importante que no olvidemos lo afortunados que somos en ayudar a quien lo necesita por estar en el lugar de quien puede ofrecer una mano amiga y no en el de aquel que está pasando un difícil momento.
El ejemplo de Drew inspira al mundo a recuperar el valor de la solidaridad y de la gratitud. Vale la pena compartirlo, sobre todo en estos tiempos difíciles en los que necesitamos más empatía.