La familia Jiménez, del barrio Minuto de Dios, en Bogotá, todavía no cree estar viviendo lo que solamente pasó en sus sueños, y que creyeron jamás se haría realidad.
Era el año 1987 cuando el pequeño Johnatan fue robado por un conocido, tras engañarlo de que se lo llevaría para comprarle dulces.
Esa era la última imagen que su hermano mayor, Juan, tenía de Johnatan, y que martillaba constantemente sus pensamientos.
Johnatan tenía 4 años cuando fue raptado delante de sus hermanos mayores: Juan y Alfonso
Su madre, Ana Jiménez, recuerda con desesperación e impotencia, cómo parecía que lo había tragado la tierra:
«No, nadie lo ha visto, nadie lo vio, nadie vio nada».
«Sólo recuerdo que alguien lo toma de la mano, y después escuchar gritar por todos lados: ¡Johnatan! Ese es el recuerdo de un niño de cinco años que tengo en mi corazón», comenta Juan, compungido.
Mientras que Alfonso cargó con un sentimiento de culpa y dolor indescriptible durante 32 años, por haber sido el último que vio a su hermano antes de que les fuera arrebatado.
“Cuando pasaron las horas y no aparecía, ahí me di cuenta que lo habíamos perdido», dice Juan en medio de un llanto contenido que conmueve.
Ana, por su parte, asegura que sólo una madre a la que le han robado un hijo sabe el desgarro que eso supone: «No saber ni dónde, ni con quién está, si está mal, si está sufriendo, si comió ese día».
La mujer, con sólo 22 años en ese entonces, finalmente se enfrentó al hombre que lo robó. Y le confesó que una familia de Estados Unidos lo había adoptado, que estaría bien, y que había sido el padrastro quien dio la orden de raptarlo.
Pasaban los años, y Ana sólo se hundía en sus propios recuerdos y en la desolación de haber perdido a su hijo para siempre.
Pero los caminos del destino son inescrutables, y Juan jamás se rindió. Pensó que la foto de Johnatan podría servir para elaborar un retrato hablado, y contactó a una empresa de búsqueda de personas. Pero jamás imaginó que ellos le ofrecerían algo mucho más contundente: una prueba de ADN.
Tampoco podía imaginar que su hermano Johnatan, a quien llevaba más de 3 décadas sin ver, desde el otro lado del mundo, Noruega (y no Estados Unidos, como hicieron creer a su madre), a 9.000 km de distancia, contactaría a la misma empresa. Él sabía que lo adoptaron y luchaba por averiguar sus orígenes.
Los resultados de coincidencia que arrojó el ADN fueron inmediatos
Cuando la empresa les confirmó de la coincidencia, pensaron que podrían ser familiares lejanos. Sin embargo, en pocos meses, Juan viajó a Noruega y entonces descubrieron que eran hermanos. Johnatan se enteraba en ese momento que había sido raptado.
Ahora quedaba el más esperado reencuentro con Ana, así que viajaron a Colombia, donde el barrio entero fue testigo de un gran milagro que dejó a todos entre lágrimas.
«Era una persona extraña para mí. Pensé en quién era ella, hubo mucho sentimiento, nervios, pero al mismo tiempo mucho amor», confiesa Johnatan tras abrazar a su madre por primera vez.
«Entonces, con el primer abrazo sentí todo el amor y era imposible no recibirlo todo”.
Cuando Johnatan llegó al barrio, lo recibieron con alfombra roja, digna de tal emotivo e histórico reencuentro.
Johnatan tenía muchas preguntas sin respuesta.
Desde pequeño había crecido pensando que su verdadera mamá era de Estados Unidos, y que lo había abandonado porque no lo quería. Pero nada más lejano a la dura realidad que dejó marcas imborrables en el corazón de Ana.
Después salió a la luz que el sujeto que se llevó a Johnatan falleció 6 meses después de su confesión.
El abrazo más emotivo y reparador que ya ha dado la vuelta al mundo:
Si bien esta historia con final feliz, nos emociona, no podemos imaginarnos el dolor por el que atraviesan decenas de padres que sufren porque jamás recuperaron a sus hijos robados.
Es por eso que países como Holanda, ha prohibido las adopciones fuera del país justo porque hace 30 años cientos de niños fueron arrebatados de sus padres, en Colombia.
No te vayas sin compartir esta noticia para crear conciencia, al mismo tiempo es grandioso que estas empresas hagan ese importante trabajo para reunir a familias y ayudarlas a recuperar el tiempo perdido.