Hay imágenes que valen más que mil palabras y hay gestos que parecen propios de las típicas películas navideñas que nos sacan lágrimas de los ojos, pero quedan en eso: lindas pelis que poco tienen que ver con el mundo real.
Pero en Sinaloa, México, tienen el privilegio de contar con un amable conductor, que es el verdadero niño Jesús y Papá Noel encarnados en una sola persona. Su mayor alegría en esta vida es sacarle una sonrisa a todo aquél que se sube a su autobús y con eso tiene de sobra.
Desde hace 8 años lleva regalando sonrisas y momentos memorables a los pasajeros en días especiales, como: día del Niño, Navidad o el día de las madres… Y este año no fue muy diferente.
Jaime Enrique Castro es conductor de Autotransportes Norte de Sinaloa, delcamión 347
«Como todos los años, este hombre obsequió peluches a los niños como regalo de Navidad y lo más emotivo de esto es que ese hombre es mi padre, el mismo que da sin esperar, que a pesar de las circunstancias busca la manera de sacarle una sonrisa a cualquiera», escribió Blanca Castro, la hija de don Jaime en su red social, logrando conmover a miles de personas.
«Padre, es un honor ser tu hija y espero que Dios te tenga conmigo muchos años más, para poderte demostrar todo ese orgullo que siento por ti. TE AMO INMENSAMENTE», concluye la publicación.
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Al parecer, «Don Cuco», como todos lo conocen, no es un conductor cualquiera. Y el pasado 25 de diciembre, precisamente el día en que todos los humanos tratamos de estrechar lazos y festejar en familia, este hombre quiso que esos pasajeros llegaran a sus casas con la sorpresa de sus vidas.
Cada obsequio de peluche tenía una tarjeta en que «don Cuco» les deseaba:
«Feliz Navidad. Con cariño, de parte del transporte número 347».
No es el primer año que lo hace. En una conmovedora entrevista que dio a los medios, en la que la mayor parte ni siquiera puede articular palabra, porque se lo nota visiblemente emocionado, cuenta en qué consiste su valioso gesto:
«Siempre reagalábamos dulces, pero ahora decidimos dar peluches. Fueron como 30, 32 monitos… La verdad, me siento….», dice Jaime sin poder terminar la frase porque la emoción que siente es tan grande que le pueden las lágrimas y la voz se le entrecorta. «Muy satisfecho», agrega.
«Yo traté de dar un poco de lo que ellos me dan», continúa todavía con la voz quebrada.
Confiesa que se siente muy emocionado porque para él no hay festivos, no hay Navidades, no hay Año nuevo. Lo suyo es trabajar y llevar a la gente de un lado a otro, todo el día, todos los días. Lo mejor que le puede pasar es la sonrisa de los pasajeros y esa es la mejor paga, «el último que se baja del autobús soy yo», comenta.
Relata que el momento más emotivo fue cuando a un niñito que le regaló un «Winnie The Pooh», hasta el papá saltó de alegría. «Para mí fue una satisfacción…».
Se vuelve a emocionar, y no puede terminar el relato el buen hombre: