Nadie está preparado para enfrentarse de forma inesperada a la pérdida de un ser querido, Carlos Rodríguez, de Argentina, se ha quedado completamente solo a cargo de sus nueve hijos con edades comprendidas entre 16 y 1 año tras el fallecimiento de su esposa, Mirian Sena.
Él trabaja como electricista por cuenta propia, no tiene ingresos estables para mantener a su familia. Viven en una humilde casa hecha de madera, el frigorífico no funciona, y la cocina tampoco.
La vivienda no cuenta con ningún servicio, la comparten con la hermana de Carlos, Adriana, y con su vecina que está construyendo su casa usando pallets en un pedazo de tierra que le otorgaron.
Mirian perdió la vida tras sufrir un shock anafiláctico, después de tomar un medicamento que le habían recetado el pasado mes de febrero su cuerpo se hinchó, fue al hospital Juan Sanguinetti de Pilar donde le aplicaron tres inyecciones y le dieron el alta médica.
El día siguiente, seguía inflamada y tenía dificultades para respirar, regresó a urgencias y le volvieron a dar el alta. En casa su estado empeoró, su esposo la sacó de la habitación con ayuda de un vecino, pero no hubo nada que pudieran hacer para salvarle la vida.
Sus familiares y amigos manifestaron en su comunidad para pedir justicia porque fue víctima de negligencia, pero no recibieron respuestas.
La organización Manos en Acción ha colaborado con los nueve niños, pero no se dan abasto para atender tantos casos. “Los niños sobreviven en condiciones deplorables, seis de ellos van al colegio. Encontramos un padrino que les hace el transporte”.
Algunos de los niños no tienen claro que su madre ha fallecido, uno de ellos asegura: “Ya va a volver mi mamá”.
Uno de los hermanos sufre epilepsia, otros tienen bajo peso, intentan que vayan al comedor de la organización que los asiste para asegurarse de que estén bien alimentados.
Belén es la hermana mayor, tiene 16 años, cuida a los menores y al bebé recién nacido de Adriana, la hermana de su padre, con quien comparten la vivienda.
Adriana relató que los niños asistirán a una psicóloga, que se sienten muy tristes. “Ellos me preguntan por su mamá y yo les dijo que está en un lugar mejor, cuando llega la noche me vuelven a preguntar. Están tristes”.
Ella se hace cargo de sus sobrinos para apoyar a su hermano, tiene cuatro hijos y vive en las mismas condiciones de pobreza.
Lo que espera la institución que ayuda a la familia es que sean constantes en llevar a los menores al comedor y a la escuela, así como a recibir la asistencia psicológica que necesitan para salir adelante.
Ojalá que reciban la atención necesaria, su caso nos invita a ayudar a aquellas organizaciones que se dedican a colaborar con los más vulnerables para que puedan seguir llevando a cabo tan extraordinaria labor. Compártelo.