El portero de una escuela se desplomó de la emoción cuando supo que sus compañeros de trabajo reunieron dinero para mejorar su calidad de vida. Entre todos, recaudaron 700 dólares para que se pudiera comprar un auto.
El orgullo es el enemigo número uno de la humildad. Sin embargo, cuando alguien ama su trabajo y se entrega en cuerpo y alma a él con respeto, tanto por sus labores como por los demás, es imposible evitar que otras personas lo perciban y acudan espontáneamente a colaborar.
Esta es la historia de Robert Reed, un hombre sencillo y muy querido en la escuela Farmington, ubicada en el condado Shelby, Estados Unidos.
Allí realiza sus labores como portero (conserje) desde hace tan solo cuatro meses.
En tan poco tiempo, gracias a su carácter afable y siempre dispuesto a ayudar, Robert se ganó el cariño de todos.
Sin embargo, para llegar cada día a sus labores el hombre debía atravesar un largo camino en tres unidades de transporte distintas.
Pero, Reed nunca se imaginó lo que estaba a punto de sucederle, algo que cambiaría su vida para siempre.
Al enterarse de sus problemas con el transporte, los empleados de la institución junto a los padres de los alumnos recolectaron dinero para queReed pudiera adquirir un automóvil.
“Robert tiene solo cuatro meses trabajando en Farmington, pero, con su gran actitud y responsabilidad se ha ganado el respeto de todos en la escuela”, dijo uno de los maestros, quien también es padre de uno de los estudiantes.
Según cuenta nuestro valiente y abnegado personaje, termina sus labores a las 3 de la tarde.
Llega a casa alrededor de las 7 de la noche. Se queda en Millbranch y Winchester.
Luego, debe tomar tres autobuses y caminar dos millas. También dijo que todos los profesores le han colaborado llevándolo hasta la parada donde comienza su periplo para poder cumplir con su jornada de trabajo.
A pesar de las dificultades, él mantiene siempre una gran sonrisa en su rostro, es agradecido, y hace su trabajo con amor y comprometido con la excelencia.
“Te lo digo, Farmington es mi familia. Amo a este gente de aquí”, dijo Reed, visiblemente conmovido por la sorpresa.
Ese día feliz, Robert fue requerido por el director de la escuela en la biblioteca. Al principio pensó que se trataba de algún asunto de limpieza; no tenía ni idea.
De repente, surgió de la habitación la profesora Elizabeth Malone, quien fue la encargada de darle la noticia, en compañía de otros colegas educadores.
“Te lo mereces”, le dijeron, y Reed no pudo controlar su emoción.
Tan solo unos días después de que se le informara sobre la campaña en su nombre y la cifra recaudada acercándose a los 10 mil dólares, no lo creía.
Pero eso no fue nada. Ahora la suma llega los casi 50 mil.
Por su parte, la profesora Malone se deshizo en elogios para el humilde servidor de limpieza.
Aseguró que Robert es todo un modelo a imitar para los estudiantes de Farmington y que posee una ética de trabajo inigualable.
Robert aún no decide bien sobre cuál automóvil comprará, y es que, aún está estupefacto por lo que ocurrió.
Lo que sí es cierto es que está y estará eternamente agradecido por las muestras de solidaridad y cariño de todos en la institución.
Jamás podrá olvidar esa sorpresa que le demostró cuánto lo quieren y que ser buena persona siempre tiene recompensa.
Un gesto puede cambiar por completo la vida de alguien e inspirar a otros a ayudar. No importa si se trata de una pequeña acción, siempre valdrá la pena ofrecer una mano amiga a aquel que lo necesita.